Entre el esperpento y el caos, entre el desastre y la comedia, de las malas, de las que no provocan carcajadas, entre el peligro y un éxito de los que a veces matan, desbordados por las circunstancias, por decisiones que no figuran en los reglamentos, textos que no siempre son justos, pero que se han escrito para aplicarse. El Tour, al menos ayer, fue una verdadera calamidad con una imagen que ya marcará esta edición. Si alguien creía que ya lo había visto todo en este deporte es porque no observó a Chris Froome corriendo a pie y sin bici por las cuestas del Ventoux.

El Tour, la perfección, la prueba solemne, considerada como un monumento aliado a la cultura, comete errores, un arco que se deshincha y le cae encima a un corredor que había atacado al resto, y en plena cruzada por la seguridad, con más gendarmes que nunca, nadie puede controlar a la masa, la que se reunió en los últimos kilómetros de un Ventoux recortado por la ventisca, rachas por encima de los 100 kilómetros.

LA MOTO Todo el público, que ya el martes había tomado posiciones en lo más bello de la montaña provenzal se concentraron en apenas dos kilómetros. La moto de la televisión que no encuentra pasillo; la motocicleta que frena porque nadie había previsto su acceso, que cae justo cuando captaba las imágenes de un Froome majestuoso, que había asestado un golpe ganador a Nairo Quintana, acompañado de su amigo pero rival Richie Porte y de Bauke Mollema, el trío más acertado en las cuestas del Ventoux. Y los tres se fueron por los suelos, los tres caídos frente a un muro de público tan denso como un bloque de hormigón.

Quedaban menos de tres kilómetros, poco importaba que, por delante, el belga Thomas de Gendt ganase la etapa ante su compatriota Serge Pauwels y el batallador Dani Navarro, el líder del Cofidis. La imagen, la que a los instantes comenzó a dar la vuelta a un mundo que respira de las redes sociales, era la de Froome, desconcertado, sin bici, corriendo a pie buscando la meta desesperadamente.

Un Froome que, como cualquier corredor, puede ir a pie, si se le rompe la bici, como fue su caso --una segunda moto le impactó por detrás y dejó su bicicleta escacharrada-- pero nunca jamás sin su vehículo. Una acción que, reglamento en mano (artículo 14) podía suponerle una sanción de 200 euros y la expulsión de carrera, o cuando menos que el tiempo que empleó corriendo sin bici no le contabilizase.

"Me puse a correr porque sabía que el coche de mi equipo con la bici estaba a cinco minutos. La moto me la habían roto. La decisión de los comisarios de carrera ha sido la justa y por ello aplaudo a la organización", justificó Froome, quien en un primer instante perdió el liderato.

Los comisarios del Tour consideraron que el accidente de Froome fue "un hecho extraordinario" e hicieron la vista gorda a su carrera atlética por el Ventoux y hoy saldrá de amarillo.