Floyd Landis se coronó ayer en la solemnidad de los Campos Elíseos. A su lado, Oscar Pereiro quiso que su bebé Juan, de apenas 8 meses, juguetease con una gorra de su equipo. Sonó el himno estadounidense. Y hasta el campeón del Tour, con menos arte expresivo que su antecesor, Lance Armstrong, se atrevió a coger el micrófono para dar simplemente las gracias a su patrocinador y a sus compañeros. No hubo reflexión sobre este deporte, como hace un año. Hubo, eso sí, un momento emotivo cuando Jean-Marie Leblanc, el eterno director de la prueba, recibió el homenaje en forma de pasillo de todo el equipo de colaboradores del Tour. Era su despedida.

Leblanc dejó ayer el mando del Tour en un marco de ilusión, porque este ha sido el Tour de la diversión, la incertidumbre, las locuras, la improvisación, de los errores, de desfallecimientos, de ataques que parecían olvidados. Este ha sido el mejor Tour en años, porque se llevaba mucho tiempo sabiéndose quién iba a ser el ganador en París desde el kilómetro cero de la carrera.

ANARQUIA Y LIBERTAD Por eso, acostumbrados al látigo de Armstrong, a su dominio, perfecto por otra parte, era necesario recuperar la anarquía y la libertad en la mejor carrera ciclista. Y era además muy bueno que fueran los corredores españoles los grandes animadores. El ciclismo español, castigado por sus propios errores en materia de dopaje --ellos han sido los culpables--, necesitaba nuevos nombres y nuevas emociones. Y a buen seguro que en este Tour se han producido de sobras. Cinco días con el maillot amarillo, otros tres compartiendo las dos primeras plazas de la general (algo que no había sucedido en toda la historia de la prueba) entre Pereiro y Carlos Sastre, tres victorias de etapa (dos de Oscar Freire y una de Juanmi Mercado), tres españoles entre los 10 primeros y el liderato provisional de la montaña en las espaldas de David de la Fuente han sido testimonio de un Tour magnífico, que Pereiro solo ha perdido por 57 segundos, la sexta menor diferencia entre el primero y el segundo desde la creación de la carrera, en 1903. Valga también el nombre de De la Fuente para destacar el coraje de aquellos ciclistas sencillos que, sin ser estrellas, se esfuerzan para dar todo lo que llevan dentro. Por eso, ayer, De la Fuente también fue la imagen del triunfo.

"El papel de nuestros corredores en este Tour es la prueba de que el ciclismo español goza de buena salud en un país donde en los hogares hay más bicis que balones. Ciclistas como Pereiro han hecho que este Tour haya sido espectacular", reflexionó ayer Jaime Lissavetzky, secretario de Estado para el Deporte, presente en los Campos Elíseos.

Y en esta reflexión no se debe olvidar a un corredor, el mejor de la clase: Alejandro Valverde. Todos los comentarios han coincidido a la hora de apuntar su nombre como vencedor final, de no haberse caído en la desdichada etapa de Holanda. ¿Habría ganado Evidentemente es un enigma, pero en un Tour de dudas, de altibajos y de descontrol, un corredor pillo, listo y fuerte como el murciano tenía muchísimo que decir. El será la máxima ilusión para el año que viene, donde Pereiro deberá demostrar lo que seguro ya ha aprendido y ha dejado claro. El gallego ha sido el gran descubrimiento de este Tour. Por eso, hoy recibirá el homenaje que merece en el pabellón deportivo que ya lleva su nombre en Sio, su localidad natal, al lado de Porriño. Ha sido el Tour de la ilusión, ganado por Landis con coraje y locura.