El temor se llama Chris Froome e, incluso, más que él, un conjunto Sky capaz de evitar a su líder la necesidad de atacar, con fortaleza para por sí solos bloquear la prueba y romper la tentación de un ataque, sobre todo, de Nairo Quintana, la esperanza para que el Tour demuestre que, aparte de ser la mejor carrera, es también la más divertida.

Pero, ¿qué se puede hacer para evitar horas de ascensión durante tres etapas en línea (mañana hay una cronoescalada) viendo siempre a las casacas del Sky marcando un ritmo frenético por los Alpes y sin que nadie se mueva detrás? Es el temor del resto del pelotón, de los ciclistas que ayer descansaron repartidos principalmente entre dos ciudades suizas, Berna y Friburgo, con una ola de calor que confundía sobre si era o no un espejismo la imagen lejana de altas montañas con las cumbres nevadas.

"Hay que desgastar al Sky y lo vamos a intentar porque yo no estoy peor que en el 2015". Así se expresó un Nairo Quintana, sereno, que sigue hablando del "sueño amarillo", que dice que no renuncia a nada y que cuenta con la experiencia de un hombre libre a su lado llamado Alejandro Valverde.

ADALID DEL PELOTON Froome es el líder de la tiranía, el que domina a todos y el que convierte al Tour del 2016 en una novela por entregas, la de su victoria, con capítulos parecidos en el que se le describe como al adalid que somete al pelotón de los entregados. "Esto no está ganado. Mis rivales me pueden atacar en cualquier momento y puedo perder el Tour". Y también sufrir una avería, o caerse, o quedar cortado. Es la realidad, en cuatro días que cuentan en medio con la cronoescalada de Megève donde, si se cumplen las previsiones, sin viento y sin llanura, la ligereza de Quintana debe jugar a su favor y beneficiarlo ante Froome.

En cuatro días hay más de 10.000 metros de desnivel positivo. Y eso es una auténtica barbaridad, casi se podría decir que es una salvajada. Y por ello, porque Froome es humano, porque el ciclismo del 2016 no es el mismo deporte de hace década y media cuando existían las recuperaciones milagrosas y las pócimas de Panorámix, nadie se puede fiar de nadie y la esperanza habla precisamente a favor de que el Tour respire, goce de libertad y levante a los espectadores de sus asientos. "Hasta el último día no me rendiré. En el Ventoux fui el único que ataqué, pero hacerlo por qué sí no tiene ningún sentido y lo único que haría sería empeorar la situación", dice Quintana, el ciclista que necesita de la consistencia del equipo español del Movistar para atizar a Froome, en una batalla alpina de la que no pueden quedar excluidos ni Bauke Mollema, ni Adam Yates, ni Fabio Aru.