Manuel Quinziato discutía con Purito Rodríguez en la meta de Montpellier (calor de verdad, vendaje en el brazo del corredor catalán). No era una conversación acalorada. Pero Purito no podía esconder el enfado. El ciclista italiano del BMC se disculpaba porque cuando llevaban 82 kilómetros de etapa tumbó a Purito, golpes en el codo y la cadera izquierdos, sin importancia.

Sin embargo, el accidente había irritado a Purito. Demasiados nervios, demasiada tensión. Más de uno se deberían tomar una tila. Los corredores, como Purito, llevan el pinganillo en una oreja. "¡Delante, delante!", les chillan desde los coches. Y delante no caben todos. "Y cuando vas delante te viene un corredor del BMC y te tira al suelo. Menos mal que solo es chapa y pintura". Todos se buscan un corredor gigantón, porque los escaladores como Purito suelen ser tipos más bien pequeños. El letón Gatis Smukulis es el protector de Purito; el navarro Imanol Erviti es el que cuida a Alejandro Valverde, y Benja Noval, ayer siempre en posiciones de vanguardia pese a su dedo maltrecho, el que trata de impedir que Alberto Contador se quede solo. A Chris Froome, en cambio, lo protege todo el Sky.

Froome, por poco, no pilló el pequeño corte, cinco segundos, que los esprínters hicieron en meta; victoria de André Greipel porque Mark Cavendish se había caído antes. Dato para la historia de 100 ediciones. El sudafricano Daryl Impey se convirtió en el primer líder africano del Tour.