Por vez primera desde la Segunda Guerra Mundial, el Tour de Francia no se correrá en el mes de julio. El coronavirus, como ya ha hecho con los otros grandes acontecimientos mundiales del deporte (Juegos Olímpicos, Eurocopa, NBA, Wimbledon, Roland Garrros…) ha hecho claudicar a la organización.

Tan solo 48 horas después de que Emmanuel Macron, el presidente de la República francesa, prohibiera acontecimientos público hasta mediados de julio, la Union Ciclista Internacional (UCI) confirmaba que el Tour debe aplazarse. Previsto inicialmente del 27 de junio al 19 de julio, se disputará, si la pandemia lo permite, del 29 de agosto al 20 de septiembre.

Se mueve el Tour. Se mueven todas las competiciones porque invade las fechas previstas para la Vuelta a España, que debía empezar el 14 de agosto en Utrecht (Holanda) y obliga a reajustar un calendario tan líquido como lleno de incertidumbre. «Será el Tour más tardío de la historia», admitió ayer Christian Prudhomme, el director de la prueba sobre la que sostiene, en realidad, la industria del ciclismo. Septiembre pertenecería al Tour. Acabaría, siempre en condicional, el domingo 20 de septiembre y al domingo siguiente (27) la prueba de fondo del Mundial en Suiza. Octubre sería para el Giro de Italia y noviembre a quedaría para la Vuelta a España, tercera y última gran ronda en disputarse.

«Tuvimos que irnos lo más lejos posible», reconoció Prudhome para intentar garantizar que los ciclistas, si se decreta el final del confinamiento en Francia el próximo 11 de mayo, puedan tener un mes de entrenamiento previo y otro con alguna prueba como test. Si el deporte ya vuelve a funcionar.

«El ciclismo necesita al Tour», subrayó Prudhomme. La magnitud de las cifras que movió, por ejemplo, el año pasado delatan esta trascendencia para el ciclismo. No solo actual sino para el futuro. Mueve durante casi un mes 150 millones de euros, los derechos televisivos suponen el 60% de los ingresos, mientras que el resto se reparte entre patrocinadores y márketing (25%), quedando el 15% restante para lo que pagan las ciudades de inicio y final de cada etapa. Casi 12 millones de aficionados galos lo siguen.

Casi 2.000 periodistas de 500 medios de comunicación de 45 países distintos, con audiencias televisivas en Francia de 35,4 millones de personas.

Los 22 equipos, con ocho corredores cada uno, y los 450 acompañantes (técnicos, auxiliares, mecánicos) viven para el Tour. El Tour, el tercer acontecimiento más importante tras unos JJOO y un Mundial de fútbol, está diseñado para ellos. Es el faro sobre el que se sostiene todo. Por eso necesita resistir como sea. Por eso, ha sido el último en admitir su derrota ante la pandemia, que ha desnudado todas las estructuras deportivas. Incluso las más poderosas. «Nos ha puesto al descubierto la poca solidez de todos. Vivimos del patrocinio y eso significa presencia en medios y TV. Si no corremos, no producimos y no damos sentido al que quiere invertir», reconoció Eusebio Unzué, director del Movistar.

LA NOTICIA MÁS ESPERADA / «Ha sido una decisión concertada con la UCI, los representantes de los equipos y de los corredores. Todos sabían que el Tour es la carrera ciclista más grande del mundo. Y el Tour es indispensable», añadió Prudhomme.

Sin Tour, la supervivencia del ciclismo este año sería muy compleja. «Esta es la noticia que todos estábamos esperando. Finalmente se ve la luz al final del túnel», confesó Chris Froome (Ineos), cuatro veces ganador del Tour. «Para ser honesto, estaba perdiendo la esperanza dado el clima actual con la pandemia», admitió el francés Julian Alaphilippe, quinto en el pasado Tour.

«Es un gran impulso de motivación para nosotros los corredores y debería alegrar mucho a los franceses ... No creo que sea una pena si hay menos personas en las carreteras o frente al televisor. Será solo una consecuencia del aplazamiento. Será una gran fiesta pase lo que pase», añadió el galo. «Son tiempos de solidaridad entre todos los estamentos del ciclismo», apuntó Unzué. Tiempos de pura supervivencia, incluso para el Tour, que cambió de fechas porque así lo ordenó Macron.