La flamme rouge hasta ayer solo era una expresión en Francia que, aparte de indicar con un arco hinchable y un banderín triangular en rojo que solo faltaba un kilómetro para meta, evocaba parajes y textos literarios vinculados con el ciclismo y el Tour. En cambio, por una vez, el arco del último kilómetro fue la evidencia de que la perfección no existe y que hasta los mejores, los que nunca fallan, los que organizan la mejor carrera del mundo, a veces también cometen errores.

Hasta fue una suerte que los favoritos, todos sin excepción, se tomaran la ascensión al Aspin, un monte pirenaico más legendario (es uno de los cuatro monumentos de la cordillera junto al Tourmalet y el Peyresourde, que se suben este sábado, y el ausente Aubisque) en plan de entrenamiento; sin más, sin ningún movimiento remarcable e incluso dejando el Sky y el Movistar que otros se responsabilizaran del control del grupo. Y fue una suerte por qué habría sido todo un escándalo que el arco que marca el camino al triunfo se le hubiera caído encima de un favorito llamado Chris Froome o Nairo Quintana y frenara su ataque. Pero el accidentado, con diversas magulladuras, fue el ciclista británico Adam Yates, que había demarrado en la misma cumbre del Aspin. "Se me cayó encima y nada pude hacer", afirmó el corredor.

El Tour, hasta ahora, se concentra en narrar la épica de los corredores del Reino Unido. Y todas ellas han correspondido a corredores enrolados en las filas del conjunto sudafricano del Dimension Data: tres con Mark Cavendish al esprint y la victoria, fugado, de Stephen Cummings en el frío estreno de los Pirineos, en una etapa en la que Dani Navarro (Cofidis) fue tercero y el líder Greg Van Avermaet, en plan Claudio Chiappucci, arañó otro minuto a los favoritos al colarse en la fuga del día junto a un Vincenzo Nibali al que se le ve muy cansado tras ganar el Giro.

Solo Thibaut Pinot, con una pájara horrible, cedió tiempo (2.46 minutos) en el Aspin por donde Contador ascendió escondido en el grupo principal. "Pasé todo el día en medio del pelotón para protegerme del viento, con el riesgo de que hubiera una fuga, pero lo importante era recuperar", afirmó en la meta.

Nadie se movió; ni un detalle remarcable entre los que aspiran a ganar el Tour. Nada de nada. Solo la conversación que Froome y Alejandro Valverde mantuvieron, con amistoso choque de mano incluido tras cruzar la meta. Ambos sabían que tras ser frenados por el arco del último kilómetro, los últimos mil metros eran un mero paseo cicloturista. Los tiempos oficiales, por este incidente, se tomaron a tres kilómetros de meta.