Subía el pelotón del Tour, el de las figuras, todos a rueda del Sky, todos tras la sombra de Wou Poels, como si el equipo británico hubiese colocado una barrera con un cerrojo en plena ascensión al Grand Colombier. Y Chris Froome, de amarillo, el líder, el que quiere ganar aunque con ello la carrera se aburra por falta de ataques, hizo un amago, como si un delantero le dijera a un portero, estate quietecito que si me da la gana te meto una goleada.

Froome movió la bici y dio una falsa pedalada de ataque como si su bici fuera a hablar y les dijera a los rivales "corred, corred que os pillo". Y allí, en el Grand Colombier, como en las 14 etapas anteriores, como en los Pirineos, como en todas partes, no se movió nadie. A unos porque no los dejan y otros, seguramente Nairo Quintana, porque no puede. El Tour avanza a ritmo de Froome, todos encerrados bajo el yugo de su tiranía ciclista y con un equipo llamado Sky que tiene gregarios tan buenos que serían jefes de fila en cualquier otro lugar del pelotón.

Y uno de ellos es Poels; él solito le controló al jefe la 15 etapa del Tour, como hizo hace un año cuando le salvó la vida en Alpe d'Huez, a un solo día de los Campos Elíseos, ante un Quintana que corría entonces con la sensación de ser más fiero que ahora, instalado en la cuarta plaza de la general y con dos invitados sorpresa, Bauke Mollema y el joven Adam Yates, que se agarró en el Grand Colombier a la cola del grupo de figuras para no quedar descolgado.

GREGARIO DE LUJO El Tour superó la cadena del Jura, bellísima en paisaje y con un monumento al que se ascendió por diferente ruta en dos ocasiones, el Grand Colombier, con dureza como para destrozar la carrera si alguien hubiera podido correr a una velocidad mayor que la que colocó un Sky que está por encima de los demás.

Poels, holandés, no es un gregario cualquiera, incluso podría parecer descortes utilizar este término con él. Se le recuerda en marzo ganando con soltura una etapa de la Volta en Valls y un mes más tarde dando la sorpresa en la Lieja-Bastoña-Lieja. Y quien gana la gran clásica de las Ardenas no es un ciclista cualquiera, sino una estrella del pelotón.

Por eso, también hay que considerar el complicadísimo hecho que supone atacar en este Tour mientras Froome tenga a su guardia entera y con fuerzas. Para demarrar hay que hacerlo a una velocidad mayor que la que lleva el ciclista que comanda al grupo. Lo intentó, por ejemplo, Fabio Aru, metido en la general pero con tiempo para que el Sky se despreocupara de él en el espacio de un minuto por lo menos. Y lo hizo todo para que su ofensiva fuera la correcta, con el Astana, su equipo, a tope y dando la sensación, falsa imagen, de que estaban eliminando a los protectores de Froome.

Aru solo avanzó unos metros porque también tuvo la desgracia de que Alejandro Valverde atacó y Poels no podía permitir una exhibición del corredor murciano porque le preocupa a Froome. El Tour se acercará hoy a Suiza, con los Alpes en el horizonte, tras vivir un gran día colombiano y no precisamente por Nairo si no por un corredor Jarlinson Pantano que escaló por el Tour tal como lo hacía un ciclista de apellido parecido aunque con una 'i' en la última sílaba.