El Cacereño, club que ha hecho un loable esfuerzo por modernizar sus estructuras, va para atrás en otro tipo de apartados, sin duda más importantes. Tiene incluso un jefe de marketing, Carlos Campos, cuyo talento sólo se aprovecha en las imaginativas ideas que rondan su cabeza. No pinta nada, a lo que veo, en otras cuestiones vitales, como es el talante que deben mostrar responsables del club.

Bien haría el presidente, Félix Campo, en dejarse aconsejar por el profesional, que estoy seguro que no aprobará conductas como las que ayer ofrecieron el propio empresario --echando a un colaborador de este medio del estadio y conminándole a no volver-- y, sobre todo, su técnico, durante y después de la rueda de prensa del partido ante el Villanovense. El técnico, les aseguro, ve fantasmas donde no los hay: se cree que hay un complot judeomasónico o algo así en su contra y en contra del club --cinco partidos seguidos perdidos y en el alambre, ¿qué quiere que se diga?-- por parte de casi todos los medios cacereños. En esta tragicomedia, hay un actor principal: el mismo que este año está fracasando desde el banquillo, y Campo se está dejando arrastrar.