Cerradas con seguridad las puertas de la Ciudad Deportiva, con unas condiciones francamente mejorables en El Cuartillo y sin las medidas reglamentarias en el recinto municipal de Las 232 viviendas, la idea que va cogiendo fuerza en el Cacereño para jugar sus partidos la próxima temporada está en la barriada de Pinilla, en los campos de la Federación Extremeña.

Esa es, hoy por hoy, la elección de la sociedad anónima deportiva para abandonar el Príncipe Felipe y ahorrarse los colosales gastos que conlleva tener un estadio propio. El CPC está totalmente convencido de que el único camino para su supervivencia e incluso para subir un peldaño es dejar de jugar en una casa propia y encontrar una nueva en la que todo se le simplifique.

Los primeros contactos con la Federación Extremeña, que administra la instalación, ubicada entre Pinilla y Mejostilla, ya se han producido. Y han sido en positivo, aun teniendo en cuenta la complicada situación institucional en la que se encuentra la FexF, en pleno proceso electoral. Pero no parece que haya muchos motivos para que pueda negarse, más allá de algunas especificaciones técnicas que ya intentaría resolver el club verde. Su filial ha disputado allí sus partidos en las últimas temporadas, así como el Diocesano de la División de Honor de juveniles y muchos más equipos de base de la ciudad.

LA CIFRA CLAVE El movimiento tiene una sencilla explicación: el Cacereño se ahorraría de 180.000 a 200.000 euros en distintos conceptos (luz, agua, mantenimiento del césped-) que incluso podría emplear en la construcción de una plantilla que pudiese aspirar realmente al ascenso a Segunda División. Antonio Martínez Doblas y su padre, Antonio Martínez Buzo, consideran que entrar en la Liga Fútbol Profesional --y los ingresos televisivos que conllevaría-- sería el único camino para rentabilizar la inversión que realizaron hace cinco años, a la vista del descenso de ingresos en el bingo del club y la estabilización de la asistencia a los partidos en una cifra que rara vez supera los 1.500 espectadores.

Para el 'autoexilio' a Pinilla tendrían que darse una serie de mejoras en las instalaciones en las que el Cacereño incluso está dispuesto a contribuir económicamente. Para empezar, la zona de vestuarios es muy austera para acoger partidos de Segunda B. Y seguramente habría que instalar algunas gradas supletorias, ya que el campo principal federativo apenas dispone de lugares donde los aficionados puedan sentarse: solamente hay unas filas en una de las bandas con capacidad para 300 espectadores.

El CPC jugaría, por primera vez en su historia, sobre césped artificial como local. Sin embargo, serían problemas menores comparados con lo que se considera una 'rémora': un estadio de proporciones gigantescas cuya inauguración en 1977 supuso, paradójicamente, una gran ilusión cumplida en la ciudad y la culminación de una aspiración histórica.

La entidad verde estaría incluso dispuesta a trasladar sus oficinas, instaladas desde los 80 en el propio estadio. El Príncipe Felipe -que, no hay que olvidar, todavía no ha levantado la torreta de luz derribada hace unos meses por un temporal-- quedaría clausurado virtualmente, con los gastos mínimos, quizás condenado al derribo o esperando una improbable operación urbanística.

LAS OTRAS OPCIONES Si la 'operación Pinilla' no fructifica, el Cacereño incluso ha considerado trasladar sus partidos de casa a otros campos donde pueda jugar prácticamente gratis, aunque sea fuera de la ciudad, como en Casar. La petición a la Junta de Extremadura de la Ciudad Deportiva recibió un rotundo 'no' como respuesta y la Diputación de Cáceres también se ha mostrado reticente a prestar El Cuartillo, ocupado por los equipos de rugby del CAR y con un césped que no está mucho mejor que el del Príncipe Felipe.

Mientras, cuando se ha planteado la problemática al Ayuntamiento de Cáceres, el concejal de Deportes, Pedro Muriel, ha respondido con el ofrecimiento del campo municipal Sergio Trejo, en la barriada de Las 232 viviendas, inaugurado en el 2010. El club verde alega que allí no se puede jugar competición oficial, que no cumple las medidas reglamentarias en cuanto al ancho.