La Vuelta no está escrita para los equipos modestos. La Vuelta, como el Tour o el Giro, está reservada para los grandes, los que fichan a los mejores corredores, las escuadras que mueven los presupuestos suculentos. Cuando se escapan los modestos, los grandes pasan a la acción y capturan a los pequeños. Los parias del pelotón solo gozan del premio de minutos de publicidad gratis a través de la retransmisión televisiva.

Así estaba marcada esta quinta etapa que partió de Granada para llegar a Roquetas de Mar, en Almería, tras un intenso contacto con las Alpujarras.

Camino de Roquetas de Mar comienza el zafarrancho de combate. Todos saben que habrá fuga y que llegará. El Sky, el equipo que disputa la general pensando en un polaco, Michal Kwiatkwoski, y un catalán, David de la Cruz, no quiere quemarse defendiendo cada día el jersey rojo de líder.

Es un secreto a voces que recorre el pelotón de punta a punta. Pero a Vincenzo Nibali, que ya rueda perdido en la general, le da por escaparse. Y eso no lo puede tolerar el Sky.

Cuando quedan 25 delante que no suponen ningún contratiempo para la pelea de verdad, los equipos dominadores, léase Sky, Movistar, Lotto Jumbo o Mitchelton, los dejan partir porque saben que en un momento determinado se pelearán entre ellos y solo los mejores quedarán delante. Se fugan 25 y entre ellos representantes del Burgos BH (José Mendes), Caja Rural (Jonathan Lastra) y el Euskadi (Mikel Iturria). Estos equipos corren la Vuelta con una tarjeta de invitación, porque son españoles y porque hay que cuidar la cantera, pero son los primeros en descolgarse. Y delante quedan los fuertes: un australiano y ganador (Simon Clarke, EF), un holandés, (Bauke Mollema, Trek) y un italiano (Alessandro de Marchi, BMC).

Mientras, por detrás, con el permiso del Sky, que ya ha decidido liberarse de la presión de defender el jersey de líder, llega Rudy Molard, un francés del Groupama, el hombre de confianza de Thibaut Pinot, liberado por un día de trabajo. Es el líder de la Vuelta. No hay contemplaciones y de los débiles nadie se acuerda.