España pudo. En Mar del Plata dio la campanada más difícil y ganó la primera ensaladera fuera de casa y la tercera de su historia después de las conseguidas en el Palau Sant Jordi de Barcelona (2000) y el estadio de La Cartuja de Sevilla (2004). Esta vez con todo en contra, sin Rafael Nadal en el equipo, en un ambiente hostil, en una superficie preparada por los argentinos para celebrar su primer título, Feliciano López, Fernando Verdasco, David Ferrer, Marcel Granollers y el capitán Emilio Sánchez Vicario vivieron la experiencia más grande de sus carreras tenísticas. "Un momento mágico", como describió Emilio Sánchez, que anunció el final de su capitanía después de tres años. "Se ha cerrado un ciclo con premio para todos los jugadores", dijo, adelantando su adiós.

Un derechazo de Verdasco imparable sobre la línea de fondo certificó el triunfo en la final de la Copa Davis ante Argentina por 3-1. Después de casi cuatro horas de lucha y sufrimiento el tenista madrileño dio la victoria al imponerse a José Acasuso por 6-3, 6-7 (3/7), 4-6, 6-3 y 6-1. Emilio Sánchez apostó por él para ocupar la plaza de Ferrer, que el primer día decepcionó ante Nalbandian, y no desperdició la oportunidad. Para conseguirlo sufrió como nunca antes en una pista.

MAXIMA PRESION La superioridad teórica que le daba su mejor ránking (número 16 del mundo, por 43 Acasuso) no la impuso hasta el quinto set. Verdasco que ganó el primer set con facilidad, cayó después en una crisis de juego y ansiedad que le llevó a ceder las dos siguientes mangas ante Acasuso, al que Alberto Mancini designó a la desesperada para sustituir al lesionado Juan Martín del Potro y sobre el que recayó toda la presión y la necesidad de ganar el punto para que Argentina siguiera viva en la final.

No fue un partido de tenis normal. En juego estaba la Copa Davis, y tanto Verdasco como Acasuso lo notaron en sus brazos. Los dos estaban casi de rebote y sobre la pista se notó. Los nervios estaban a flor de piel. Verdasco y Acasuso mantuvieron un pulso que iba a decidirse más con la cabeza que con la raqueta. Los dos se subieron a una montaña rusa de errores y aciertos (47 errores no forzados para el argentino por 31 por el español) que mantuvo en vilo a los 11.000 aficionados en las gradas y el corazón en un puño a sus compañeros.

MILAGRO Acasuso hizo creer a Argentina que podía conseguir el milagro cuando se apuntó el tie break (7-3) y ganó después el tercer set. Verdasco había pasado de dominador a dominado y no encontraba su juego en la pista. Su primer servicio no entraba, la derecha se quedaba a media pista y no encontraba la forma de tirar sobre el revés de Acasuso, su punto flaco. Emilio Sánchez le pedía cabeza y se golpeaba con el puño en el corazón para motivarle, pero Verdasco estaba obcecado. En ese periodo perdió hasta en cinco ocasiones el saque.

Pero al otro lado de la red, Acasuso también sufría. A pesar de ir por delante en el marcador su juego no daba ninguna seguridad. Y cuando tuvo la oportunidad de decidir, la tensión le pasó factura. El tenista argentino aguantó hasta el 2-2 de la cuarta manga, pero en cuanto cedió su saque (4-2) ya no levantó cabeza. Se hundió como un castillo de naipes, agotado, con problemas físicos y sin recursos. Acasuso solo ganó dos juegos hasta entregar con ojos vidriosos la victoria.

Verdasco puso fin al calvario en la tercera bola de partido. "No me lo podía creer, es un sueño maravilloso, increíble", decía a pie de pista. No era para menos. España redondeó ayer en Mar del Plata una temporada perfecta para el tenis. La guinda de un año mágico en el que Rafael Nadal ganó por primera vez Wimbledon, se colgó una medalla de oro en Pekín y acabó el año como número uno del mundo.

Una lesión impidió a Nadal estar con sus compañeros en Argentina y vivir la gran fiesta junto a sus compañeros que ayer, mientras caía sobre sus cabezas el confeti albiceleste que tenían preparados los argentinos para celebrar el triunfo, se sintieron tan números uno como él.