Hay días en los que las etapas ciclistas se llenan del mejor sentimentalismo. Y ayer fue uno de ellos. Con dos protagonistas. Uno, impactante, el triunfador en solitario, Carlos Barredo, el primer ciclista asturiano que se anota la victoria en los Lagos de Covadonga, la más carismática llegada de la Vuelta. Y el otro, casi anónimo. Una tendinitis obligó ayer a retirarse de la ronda española a Jose Luis Arri Arrieta, tal vez el último día en que se le vio sobre una bici. En la misma etapa en la que Miguel Induráin puso fin a su carrera. Arri era el último gregario en activo del gran campeón navarro.

Cuando los líderes de la general deciden aparcar las ofensivas para mejor ocasión (seguramente hoy, en Cotobelo, en la gran etapa asturiana de montaña, mucho más dura que la de ayer). Cuando solo Ezequiel Mosquera araña 11 segundos en la cumbre de los Lagos, donde solo sufre y se descuelga Xavi Tondo. Curioso, el corredor de Valls perdió el contacto con el pelotón de los favoritos en un ataque sin demasiado sentido de su compañero Carlos Sastre. Cuando sucede todo esto en una jornada tan entrañable como la de los Lagos es mejor fijarse en los pequeños gestos, como el de Barredo al cruzar la meta. O en la tristeza de Arrieta, atormentado por una tendinitis.

Quisieron los duendes asturianos convertir la ruta hacia los Lagos en un tormentoso via crucis de agua, frío y niebla. Mal ambiente para corredores que se animan con el sol y el calor, como Purito , que hoy tratará de contrarrestar los cuatro segundos que le saca Vincenzo Nibali en la general de la Vuelta. "No me vi con la fuerza del sábado. Nibali estaba intratable por lo que decidí aparcar cualquier intento de ataque".

En cambio, el panorama era perfecto para un chaval de la tierra, Barredo, que hizo realidad el sueño de su vida. "Me cuelo en una escapada con tipos que no sean buenos escaladores, que no conozcan la tierra, y en las primeras rampas de los Lagos los ataco, los dejo clavados y me planto en solitario en la cima".

Así, tal cual, a 30 kilómetros de su casa. Así, tal cual, para dedicarle el triunfo a su padre señalando en su maillot la enorme cicatriz que al hombre le ha quedado después de una operación a corazón abierto. Grito de rabia. En Covadonga, Barredo se sacó el soponcio que le dio cuando lo capturaron apenas a un kilómetro de la llegada, en el Tour, de la gran etapa del Circo de la Muerte (Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Aubisque). ¡Ah! Todo el esfuerzo para nada. Por eso, ayer fue el pequeño héroe para su padre y sus paisanos.

"Yo era un chico un poco vago. Mi padre me dijo: ´si subes con la mountain bike a los Lagos, te regalo una bici de carreras´. Y así lo hice". Se retorció mucho más que ayer. Aquella subida cambió su vida. El padre le obsequió con la bici prometida. Barredo comenzó a tomarle cariño al vehículo. Hizo de la afición, primero un deporte y luego una profesión.

EL ABANDONO Ganador de etapa en la París-Niza, fichado como un aspirante que podía destacar en las clásicas por el conjunto belga del Quick Step, fijo para el Tour, imprescindible en la selección española de ciclismo para el Mundial, Barredo chilló de rabia tras dedicar la victoria a su padre. No era para menos, después de una escapada de más de 100 kilómetros.

Justo cuando se había hecho la fuga, Arri sufría en la cola del pelotón. El fue el ciclista a quien la organización le reservó el dorsal número 1 en la edición del 2007. 18 años de profesional. Corrió el Tour en el que Induráin nunca pudo seguir el ritmo de Bjarne Riis, sospechosamente rápido, demasiados fármacos por sus venas, como más tarde reconoció. Ocurrió en 1996.

Se fue de la Vuelta en silencio. Se montó en el coche del AG2R. "Ahora ya no tengo ganas de seguir". Pero Arri debe apuntarse cuando la tendinitis remita a alguna carrera del tramo final de la temporada. En 1996, en el año de su debut, Induráin se bajó camino de los Lagos, como él. Fue una de las imágenes más tristes en años y años de ciclismo. Arri era una promesa. Nunca ha sido figura, pero sí un gran gregario. Cuando él empezó a correr, Contador tenía 9 años y Armstrong luchaba contra el cáncer.