La tarde se las traía. Cuando el autobús moralo maniobraba en las puertas del Nuevo Estadio hundiendo sus ruedas en el barro, una impresionante cortina de agua lo recibía. Algunos minutos después los granizos fueron protagonistas. Los que desafiaron a la climatología para darse cita en las gradas del vetusto estadio tienen su mérito. El recinto deportivo deja entrever las deficiencias que presenta por el paso del tiempo y los compañeros de la megafonía tuvieron que renunciar a cumplir su cometido porque las condiciones de seguridad de la cabina eran mínimas, con cables caídos en charcos de agua llegada desde las paredes traseras y el techo. ¿Zafra no se merece un nuevo estadio? Bueno, bastante tiene la directiva del Díter con soñar que algún día cobrará los ocho millones que adelantó para una remodelación de urgencia.

EL ARBITRAJE

El colegiado de la contienda salió con sus auxiliares a comprobar el estado del césped. Midió los charcos a ojo de buen cubero e hizo rodar el balón antes de comprobar las líneas y la flexibilidad de los banderines. ¿Meticulosidad? Creo que no, una postura más de un posturitas infumable que terminó con la paciencia de todo el mundo. Que le pregunten a Arellano, que se vio expulsado y sin conocer motivo alguno.

Al final del encuentro el presidente del Díter, Martínez Doblas, estaba indignado. Decía que no tenía nada que oponer al resultado y felicitaba a su presidente, pero denunciaba que "el árbitro ha menospreciado a mis jugadores diciéndoles que son muy malos y que por eso van los últimos. Y eso no se puede consentir".