El CAR Cáceres, de la División de Honor B de rugby, pierde a uno de sus jugadores más relevantes de los últimos años. El ala Jerry Surumi Davoibaravi, del pequeño archipiélago de Fiyi, en el Pacífico, ha aceptado la oferta del UBU Conica Clinic, de Burgos, y se marcha tras cuatro años en los que, destaca, ha sido feliz en la ciudad extremeña.

Surumi, de 25 años, dice que tiene que «pensar en su futuro». «El rugby es para poco tiempo. Si me voy a Burgos, que está en la primera categoría será más sencillo que cumpla mi objetivo: jugar en la selección española de rugby 7», cuenta. La normativa le permite ser internacional con España porque ya cumple el número de años necesarios (tres) en el país.

En el CAR ha sido un puntal: en la temporada 2016-18 fue su máximo anotador de ensayos (22), manteniendo una regularidad que solo han roto las lesiones, como la de la pasada campaña.

«En Cáceres puedo decir que está mi familia. A mis amigos de aquí les considero dentro de ella. La ciudad ha permitido estar muy a gusto, porque es pequeña y todo el mundo conoce a todo el mundo. Lo único malo es que está muy lejos de mi casa», Sí: casi 18.000 kilómetros y dos días metido en varios aviones para poder llegar.

En Extremadura ha aprendido a amar la siesta. «En Fiyi no la tenemos, pero ya no puedo estar sin ella. Pero como como personas somos parecidos a los españoles: abiertos y tranquilos. Si quedamos a las nueve, todos sabemos que vamos a ir a las nueve y media», apunta entre risas.

En su país el rugby -sobre todo la modalidad a 7-- es toda una religión. Entre apenas un millón de habitantes hay casi 90.000 jugadores federados. «No recuerdo la primera vez que jugué a esto. Seguro que tenía tres o cuatro años y seguro que fue en la calle, quizás con una botella de plástico o un coco como balón. En cada pueblo hay al menos un equipo», cuenta. Ahora se lleva su talento al norte.