Vincenzo Nibali compartía hotel con Alejandro Valverde en Zaragoza. Al Tiburón le picó el martes una avispa en el ojo derecho. Qué dolor. Qué hinchazón. A Nibali lo escondió porque no quería que sus rivales del Movistar se percataran de la herida. Pero no lo logró. Eros Capecchi, italiano como Nibali pero gregario de Valverde, lo pilló. Y lo contó. El Squalo dello Stretto , como lo llaman en su país, parecía que llevara un anzuelo clavado en la cara. Y su percance se comenzó a propagar. Pero ni en esas. Incluso tuerto, se convirtió en el rey de una Vuelta que se ha propuesto ganar.

No se quitó Nibali las gafas de sol en todo el día, dolorido y cabreado porque la Unión Ciclista Internacional no le permitió medicarse contra la picadura. Así es este deporte. Descender a casi 100 kilómetros por hora, del alto del Moncayo a Tarazona, la tierra de Paco Martínez Soria, sin ver bien con el ojo derecho era digno de la mejor película del actor cómico. Y ni en esa, porque si Nibali estuvo algo gafado, peor suerte corrieron sus dos rivales: Alejandro Valverde, que, de hecho, se movió en sus tiempos, y Purito Rodríguez, con otra contrarreloj para olvidar.

VICTORIA DE CANCELLARA Ganó Fabian Cancellara, en duelo con Tony Martin, pero eso era otra historia, otra galaxia, otra velocidad y hasta probablemente otra película. Lo que importaba era la pelea por la general. Y Chris Horner no aguantó. Nibali despejó dudas, si es que quedaban tras su ascensión de Granada; Nicolas Roche evidenció que los genes sirven; Valverde estuvo bien pese a sus problemas y al mal fario que lo persigue siempre: pinchazo en plena ascensión y una especie de angustia en el cuerpo porque le venía pequeño el mono de contrarreloj.

¿Y Purito? Pues la verdad, a 2.33 minutos de Nibali (el resto de los corredores citados están en un máximo de 46 segundos de diferencia, nada con toda la montaña que queda, sobre todo el fin de semana pirenaico) se le ha complicado mucho la general. Y hasta el podio. Ayer, en un ambiente que detesta, como un actor dramático en un filme de Martínez Soria, volvió a tropezar en una contrarreloj. Ni en una pesadilla podía pensar que iba a ceder 1.36 minutos a Nibali. Pero es que hasta se quedó sin agua, en un día de calor seco, de los que obligan a beber continuamente. "Ha sido una contrarreloj caótica", admitió.

BASSO, ALIADO No tenía cara de buenos amigos cuando el catalán cruzó la meta de Tarazona. Y peor se le puso el cuerpo cuando Jaume Hernández, su masajista, le susurraba los tiempos de sus rivales. Pero Purito es incombustible. Moral nunca le falta. Por eso, se fijó enseguida en que Ivan Basso va algo más retrasado que él en la general. Y que la Vuelta no se ha acabado, que quedan etapas de alta montaña, que él se siente bien físicamente, aunque el Tour es justiciero, y que tal como dijo algo más sereno y recuperado en el autobús del Katusha: "Está muy difícil, Basso puede ser un aliado y lucharé porque llega mi terreno y porque vendrán días duros".