El pasado viernes, a las ocho de la tarde, Pep Guardiola aún estaba en el despacho de su laboratorio de Sant Joan Despí. Sin bata blanca, pero pegado a los vídeos del Madrid. Ya sabía cómo quería jugarle. Pero, una y otra vez, dabas vueltas a la misma idea. Le rondaba por la cabeza desde hacía varios días. "Mira, Tito. Si ponemos a Leo de nueve, podemos crear superioridad en el centro del campo. ¿Qué te parece?", preguntó esta pasada semana Guardiola a Tito Vilanova, su ayudante.

Una vez estudiados vídeos y más vídeos del Madrid, con una dedicación especial al clásico del Camp Nou en la primera vuelta, Guardiola toma la decisión que desnuda tácticamente al Madrid. ¿Qué quería Pues que Messi no estuviera más de dos minutos sin entrar en contacto con el balón. Que no se desconectara del partido.

"Esta es una victoria de Pep, medio partido lo ganó él antes de empezar", exclamó Eto´o todavía en el Bernabéu, con unos gritos de euforia que retumbaban en el silencio de Madrid. "Estuvo tácticamente insuperable", añadió el camerunés, una de las claves de ese triunfo. No marcó ningún gol. Pero el pichichi de la Liga hizo el partido más generoso que se le recuerda nunca.

De la pantalla al césped

En la pizarra, perdón, en la moderna pantalla del ordenador, todo es muy fácil. Demasiado incluso. Pero luego debe plasmarse en el campo. "La verdad es que con estos jugadores todo es muy sencillo", recordó luego el técnico tras el 2-6. "La clave es que los cracks se adaptan, agradezco a Eto´o su trabajo en la banda", añadió Guardiola. En el altruismo del máximo goleador de la Liga puede entenderse una de las claves del triunfo. Altruismo y generosidad. Entendió lo que le pidió Guardiola, lo cumplió con disciplina prusiana y, al final, cuando el madridismo se retiraba entre ruinas, Eto´o aún daba botes de alegría por el Bernabéu.

De vez en cuando, Heinze miraba sorprendido a Eto´o. Se preparó toda la semana para frenar a Messi y llegado el sábado ni lo vio. Al Madrid le sucedió lo mismo. Mientras Eto´o interpretó con astucia el plan de Guardiola, Messi caminaba feliz por el Bernabéu disfrazado de Maradona, del Maradona que hacía jugar de cine a sus compañeros. "Leo, el mejor nueve del mundo", bromeaban luego sus compañeros en el avión de vuelta a Barcelona. No les faltaba razón. Messi, solo Messi, disparó más veces (8) que todo el Madrid (5). Heinze aún lo anda buscando.

Para completar el engaño, el argentino empezó el partido de extremo derecho. Era una trampa. No duró ni cinco minutos. De pronto, apareció por el centro del ataque, incrustado en la espalda de Lass y Gago y por delante de Cannavaro y Metzelder, los dos centrales.

A través de Messi, el Barça consiguió el primer gol. Suya fue la asistencia a Henry. El nueve se aleja del área, Titi irrumpe desde atrás y el líder inicia la cabalgada hacia la leyenda. Antes, un mensaje: "Touré, no te vayas de ahí, tienes que mantener la posición". Y Yaya no se marchó. Si él se iba, el Barça se descomponía.

El poderoso africano no hizo ni una sola falta, recuperó el doble de balones (6) que perdió (3), y su altruismo elevó al equipo de Guardiola, edificado gracias al talento --las diabluras de Messi, la geometría de Xavi y el ingenio de Iniesta-- y apoyado en el método. Basta recordar el gol de Puyol.

Solo tres jugadores conocían el secreto de la falta. Nadie más del equipo. Solo Xavi, quien hizo el centro avisando con la mano derecha a Piqué, que realizó el bloqueo previo a Metzelder e Higuaín, y a Puyol, el que cabeceó un tanto que sería decisivo a la larga. "¡Uf!, la que hemos liado. ¡Qué grande! Nos los hemos comido, nos los hemos comido. ¡Vaya meneo!".