El Unicaja discutió el pase a la final de la Euroliga como un guerrero herido frente al CSKA Moscú ruso y albergó opciones de victoria hasta mediado el último cuarto, pero los actuales campeones no le dieron opción en el tramo decisivo y el próximo domingo defenderá la corona de Praga 2006 en la capital griega. Plantó cara y apostó por la proeza con todo lo que tenía a su alcance, sin guardar ni una pizca de lo que le quedaba para hacer frente a un expreso continental como el equipo ruso. No importó que le faltaran centímetros por la ausencia del puertorriqueño Daniel Santiago y que enfrente maniobrasen auténticas torres humanas (Alexei Savrasenko -2,17-, el danés David Andersen -2,12- y el belga Thomas Van der Spiegel -2,14-). El Unicaja intentó el milagro con una honestidad deportiva ejemplar y enseguida borró cualquier atisbo de paseo militar para los ex soviéticos.

Enfrente evolucionó una de las plantillas mejor construidas y mejor dirigidas del continente, la del CSKA Moscú, el defensor del título, que corrió parejo a los malagueños durante diecisiete minutos (24-24) y, en los prolegómenos del descanso, con un parcial de 9-0 sobredimensionado por el bajo registro anotador del choque, pensó que había resuelto la eliminatoria por vía de urgencia (33-24). Se equivocó. La efervescencia de Theodoros Papalukas, líder de la escapada, le confundió. Como casi siempre que el griego imparte su magisterio sobre la cancha, actuó a modo de catalizador de los impulsos rusos para abrir una brecha que ponía el cuello de los cajistas bajo el filo de la cuchilla.

El técnico italiano Sergio Scariolo veía peligrar el plan táctico trazado para intentar doblegar al cuadro moscovita al terminar la primera parte. El derroche desplegado en defensa para contener la maquinaria del CSKA parecía haberse venido abajo con toda la segunda mitad todavía por delante y Papalukas en su salsa. Pero el Unicaja había salido al parqué del OAKA a jugar con todas las consecuencias. Su solidaridad para compensar la desventaja de centímetros en el rebote la abrió la posibilidad de competir sin complejos y llevar el partido a la dinámica de ataque que le interesaba, a un marcador corto que limitase la alta productividad rusa en ese segmento del juego.

La confianza del Unicaja quedó patente en cuanto el balón volvió a surcar el aire. El equipo de la Costa del Sol firmó un parcial de 2-10 en la salida del tercer cuarto con dos triples del internacional español Carlos Cabezas incluidos. El CSKA notaba los problemas a flor de piel. El campeón español no le iba a regalar ni una sonrisa. Iba a jugar la segunda parte con el cuchillo entre los dientes. A Papalukas le surgió un Cabezas dispuesto a darle réplica. El internacional español revolucionó el pulso hasta que un golpe en el tabique nasal le mandó al banco.

El argentino Juan 'Pepe' Sánchez tuvo que lanzar el tiro libre de la falta cometida sobre Cabezas cuando penetraba y anotaba en el aro ruso. Sin embargo, el base cajista ya había hecho el trabajo importante: poner al Unicaja en máxima tensión y afianzar la convicción de que ganar al CSKA era posible, un sueño al alcance de la mano. La partida anímica y la táctica hablaban español, o italiano por Scariolo, según se mire. El caso es que el esloveno Marko Tusek atizó las esperanzas malagueñas desde el arco de triples (46-47 m.32). La afición local, no podía ser de otra forma, empezó a corear consignas de apoyo para los del Martín Carpena.

Cabezas regresó a la cancha a poco más de seis minutos para la bocina ya sin restos de la hemorragia nasal que le produjo su última acción. El Unicaja le reunió con 'Pepe' Sánchez para alargar el perímetro y seguir fajándose en cada ataque ruso, casi todos culminados en acciones de calidad individual porque el juego colectivo moscovita fracasó por completo ante las defensas alternativas de los andaluces.

Ahora bien, si hay algo que le sobra al CSKA es calidad individual, tanta que puede permitirse el lujo de naufragar en lo tocante al bloque y ganar en un escenario tan apabullante como una semifinal europea. Unos latigazos de Andersen en las cercanías del aro y pequeñas gotas de néctar de los hombres exteriores acabaron con las esperanzas de un Unicaja grande de corazón, grande de espíritu y grande de baloncesto. Ha cedido el paso al campeón, que el domingo defenderá la corona conquistada la temporada pasada en Praga.