Félix Campo parece, de nuevo, dispuesto a vender el Cacereño. Para la salud de este histórico club del fútbol extremeño, se puede tratar de una gran noticia, aunque conviene desconfiar hasta no verla plasmada en un acuerdo total. Aun así, uno no termina de creerse la buena nueva, entre otras cosas porque en las dos ocasiones anteriores la operación de compra-venta se frustró en el último momento y contra pronóstico.

Ni los políticos, sobre todo, ni los empresarios ni tampoco, en menor medida y lógicamente, los aficionados locales han hecho demasiado por cambiar la triste situación del Cacereño, un exponente más de la pésima coyuntura por la que pasa el fútbol extremeño. Tampoco el empresario salmantino ha tratado de reflotar un ¿proyecto? que se tambalea por la Tercera División, casi sin socios y con una carencia social difícilmente imaginable, ni siquiera en tiempos de crisis. Urge que Félix Campo, padre e hijo, dejen paso a otros. En principio, la opción más lógica es la que encarnan Antonio Martínez Doblas y su padre, Antonio Martínez Buzo, que ya estuvieran a punto de comprar el club en un par de ocasiones anteriores. Al menos ellos, prósperos empresarios de la tierra, pondrían un poco de cordura y esperanza.

*Periodista.