Paró Vicente del Bosque el entrenamiento. Y vino corriendo desde una esquina del complejo deportivo de Saint Martin de Ré donde trabaja la selección española. Con gesto enérgico, pero sin gritar, reclamó ±ordenO a su equipo. Estaba La Roja realizando un rondo gigante con la pelota como vehículo comunicativo cuando el técnico salmantino, de quien no se sabe aún si se irá acabada esta Eurocopa o prolongará su recorrido hasta Rusia-2018, ordenó detener la pelota. Quería enfatizar la idea original, nada original en España, para defender con más vehemencia que nunca el título conquistado en Ucrania hace cuatro años. España juega a partir del lunes (15.00 horas, en Touolouse, contra la República Checa) en busca de una utopía.

Utopía porque nadie ha encadenado tres Eurocopas consecutivas como haría la selección de Vicente del Bosque si el próximo 10 de julio besa el trofeo en Saint Denis. Utopía porque se enfrenta a la campeona del mundo (la Alemania de Löw) y utopía, al mismo tiempo, porque Francia cree haber hallado la senda que pisó en 1984 cuando el balón se burló de Arconada en el Parque de los Príncipes parisino tras la falta lanzada por Platini.

Además, España, por un ineludible motivo generacional, ha perdido la esencia de lo que fue en estas dos últimas Eurocopas (ni rastro de Puyol, ya retirado, tampoco de Xavi, en Catar, de Villa, en Estados Unidos, o de Xabi Alonso, aún en la élite con el Bayern Múnich), pero mantiene la idea básica. Y eso es un tesoro.

DEL 1 AL 9 Perdidos esos referentes y zarandeada por el estrepitoso fracaso de Brasil-2014, donde perdió de manera terrible su corona mundial en la primera fase, Del Bosque ha completado una transición tranquila. Por mucho que se discuta la lista de 23 jugadores, el seleccionador ha elaborado un grupo sólido, donde curiosamente solo se admiten debates en dos de los 11 lugares en el once inicial. Son lugares nada baladís. Más bien estratégicamente valiosos: el portero y el delantero centro. O sea, el origen y final de cualquier equipo. El tiempo pasa para todos, incluido Casillas. Y De Gea, ese chico espigado, solvente y fiable que se ha adueñado de Old Trafford, hace meses que está llamando a la puerta de Iker, aunque hay que ver qué pasa ahora con sus problemas a nivel judicial. A Del Bosque le corresponde, por lo tanto, decidir.

España sigue sin dar con el delantero que empaquete con goles la extraordinaria producción de juego que tiene. Ha probado jugadores de todo tipo y pelaje, como Diego Costa, por quien Del Bosque comprometió hasta el sistema de la selección en Brasil hace dos años, pero ninguno ha sido tan rentable como David Villa. Ni tampoco tan profundo y venenoso como Fernando Torres, el autor del tanto que cambió el signo de la España perdedora en la Eurocopa del 2008. Morata es el favorito. Es joven (23 años), inexperto (debuta en un gran torneo), pero ofrece más recursos que Aduriz (35), que llega en el último instante de su carrera al escaparate europeo como justo premio a una temporada descomunal con el Athletic.

AZULGRANAS AL MANDO Del Bosque no solo tiene la idea (dominar los partidos a través del balón), sino que inyecta sangre fresca en el cuerpo de España para hallar nuevos recursos. Nolito aportará regate y desparpajo, mientras Lucas Vázquez imprimirá dinamismo y electricidad. Atrás, juegue quien juegue de portero, no hay problemas porque la selección tiene una defensa de hierro con Juanfran --espera Del Bosque que haya superado el trauma del penalti fallado en Milán--, Piqué, Ramos y Alba. Todo pasa, sin embargo, por la sala de máquinas. Ahí están Busquets, el orden hecho futbolista, e Iniesta, la magia que debe iluminar a España. Del Bosque intenta que se borre lo antes posible la derrota ante Georgia, el último aviso para el campeón.