La repentina irrupción de Víctor Valdés parece haber paliado la permanente intranquilidad que en los últimos años ha ensombrecido la portería del Barcelona, presionada siempre por las urgencias y acentuada por la interminable progresión de Iker Casillas en la meta del rival Real Madrid.

Tras la marcha de Andoni Zubizarreta el marco azulgrana ha sido un vaivén de inestabilidad. Un suplicio para arqueros contrastados y una frustración para jóvenes valores de la cantera catalana, llenos de proyección pero impulsados precipitadamente hacia la puerta barcelonista.

Nombres ilustres como el portugués Vitor Baía, cancerberos contrastados como Julen Lopetegui, el argentino Roberto Bonano o, más reciente, el turco Rustu Recber se toparon contra las prisas, el entorno y la ausencia de estabilidad. Carles Busquets, Mariano Angoy, Francesc Arnau, Jose Manuel Reina, fueron productos elaborados en el seno de la cantera culé negados a la suerte. Y destinados a prolongar su talento al margen del Barcelona.

Sólo la primera etapa del holandés Ruud Hesp, respaldado por Louis Van Gaal, alivió el panorama azulgrana bajo el marco. El segundo experimento extraído de los Países Bajos Robert Enke, devolvió el sentimiento de frustración alrededor de los palos del Camp Nou desde 1994, último curso de la leyenda de Zubizarreta.

Urgencias

Además, la sombra de Iker Casillas se prolongaba para insistir permanentemente en las urgencias azulgranas. El proyecto madridista empezaba a emerger amparado en el talento de un alumno aventajado de la Ciudad Deportiva. El Barcelona insistió en lo mismo. No cesó de mirar en su cantera. Pero las prisas y el entorno terminaron por dilapidar cualquier proyecto.

La portería supuso la desmesurada representación del éxito de unos y el fracaso de otros y de sus categorías inferiores. Casillas irrumpió a los diecisiete años. Y se quedó. Aúna varias ligas, dos Copas de Europa y un significativo puñado de internacionalidades. Es básico en su equipo y en la selección.

Y es que el transitar por el marco madridista ha sufrido muchos menos sobresaltos que el de su gran adversario. El adiós de Francisco Buyo, el penúltimo arquero que se consolidó y perduró en la meta del Real Madrid, coincidió prácticamente con el de Zubizarreta.

Santiago Cañizares asumió la responsabilidad después. Pero su paso fue efímero. Sus maneras no eran del gusto del italiano Fabio Capello, que decidió contratar al alemán Bodo Illgner. Casillas empezó a asomar sus maneras con el primer equipo. Compartió y alternó suplencia y titularidad con el argentino Bizarri cuando el germano se lesionó. Hasta que se adueñó del puesto.

El joven meta madrileño ha sabido aprovechar y responder a la confianza otorgada por sus técnicos. El marco ha sido suyo casi siempre. Sólo fue puesto en entredicho temporalmente cuando Vicente Del Bosque desvió su apuesta hacia César.

Casillas se ha convertido en un referente, objeto para cualquier cantera y un objeto de deseo para la entidad azulgrana, que parece encontrar el seguro en la puerta que esperaba y la primera piedra de su proyecto.

Uno es frío, tranquilo, un ficticio experto. Infranqueable en el uno contra uno. El de Hospitalet es impulsivo, plagado de carácter, ambicioso, ágil y decidido por alto. Iker ya lo es todo. Valdés va camino de serlo.

Iker Catalán

Es portero del Real Madrid en la categoría juvenil. Acaba de ser convocado por la selección española sub´19 dirigida por Juan Santisteban. Su sueño es ganar un Mundial con la selección española. Se apellida Casilla. Y su otro sueño es defender la portería del Real Madrid a la menor oportunidad.

Esta es la historia de Francisco Casilla, un portero catalán del juvenil del Real Madrid. Curiosidades de la vida, su apellido, del que sólo le separa una letra del guardameta titular del conjunto blanco y de la selección española, es su primera seña de identidad.

Francisco Casilla Cortés nació el 2 de octubre de 1986. Hace cuatro temporadas, un ojeador en Cataluña del equipo blanco vio sus evoluciones en el Nastic de Tarragona y le hizo una oferta para formar parte de las categorías inferiores del club merengue.

No se lo pensó. Cogió el petate y con 13 años se marchó a una ciudad desconocida. Hoy aspira a tener una oportunidad en la primera plantilla y formar con el genuino Casillas el dúo de porteros del primer equipo. Es la cara oculta del derbi, que espera, algún día, protagonizar. Al menos ésa es su gran esperanza.