Nada más acabar el partido de San Siro del pasado 19 de febrero, con el 4-1 que le había endosado el Atalanta aún caliente, el Valencia se encomendó a la magia de Mestalla para una remontada que, este martes, ante la expansión del coronavirus, tendrá que buscar en un estadio vacío. Un reto mayúsculo para un equipo que en los últimos tres meses solo ha funcionado alimentado por el aliento de su grada con el premio de una plaza en cuartos.

En el estadio, en principio, solo entrará el personal indispensable para que se dispute el partido. La única excepción prevista es la de los operarios de la señal de televisión y puede que algún fotógrafo de la UEFA. De casi cincuenta mil personas a poco menos de 200.

El criterio inicial fue que se jugaran a puerta cerrada los partidos en los que se esperara una importante afluencia de aficionados del norte de Italia. Pero ni al Valencia Basket le sirvió el viernes anular las 74 entradas vendidas de su partido ante el Armani Milan, ni al Valencia el decreto del Gobierno italiano que impide la llegada de seguidores del Atalanta.