Para algunos, quizá los más jóvenes del lugar, la revolución de la afición del Extremadura durante estas semanas pueda parecer flor de un día. Pero lo cierto es que este jardín de valientes almendralejenses que ahora se levantan en masa para empujar a los suyos al fútbol profesional ha estado casi desde siempre detrás del escudo y sus colores. Da igual la ciudad y la distancia. Si juega el Extremadura, allí están siempre algunos corazones azulgranas. La caravana de los mil valientes hasta Cartagena será otra de las que entren en la historia de la entidad. Pero ya van unas cuantas. Desde la refundación en 2007, el Extremadura ha tenido la suerte de hacer grandes desplazamientos como el millar de seguidores que vivieron el ascenso a Segunda B en Mancha Real, allá por el 2010; el millar de valientes que estuvieron el pasado año en Jaén para lograr la permanencia en la Nueva Victoria; o el medio millar de seguidores de hace dos semanas en Miranda de Ebro.

Si hablamos del extinto CF Extremadura, hay muchos casos más. Muy recordada fue la caravana el día del ascenso a Primera hasta Albacete o, más aún, pese a la derrota, la del descenso hasta La Coruña.

Pero lo particular de la afición de Almendralejo, además de colarse casi un tercio de la localidad en el estadio (10.000 de 35.000 habitantes), es su forma de ser y comportarse en los campos. Es una afición sin ultras, sin episodios negros entre seguidores, cordial y hospitalaria en Almendralejo y ejemplar y educada fuera de su región. En Primera fue galardonada como la mejor de la temporada 1996-1997. Una afición de superior categoría.