Alejandro Valverde cruzaba la meta de Oviedo con una muñeca dolorida. «¿Etapas de transición? No existen», repetía el campeón del mundo todavía enfadado por haberse caído a unos 600 metros de meta. «Se veía venir», protestaba. Tensión. Todos querían estar delante porque sabían que un repecho en el último kilómetro podía cortarlos de ir un poco rezagados. Y ya se sufre bastante en la montaña para evitar un goteo de segundos como para entregarlos gratuitamente en un día supuestamente tonto. Primoz Roglic, Tadej Pogacar, que también se fue al suelo, y Nairo Quintana también se vieron afectados.

Señoras, señores, amantes del ciclismo. Las etapas de transición, como decía Valverde en la capital asturiana no existen. Se podrá ir un poquito más relajado. Pero aquí todos saben que al menor descuido siempre aparece algún listo para liarla. Puede, como ayer en Oviedo, que el guion de la etapa dictase el proyecto de un esprint y que Sam Bennett, como así ocurrió, fuese el gran candidato a la victoria. Pero un pinchazo, un mal cálculo en la ejecución de las necesidades fisiológicas puede complicar la situación. Y no solo de los corredores, sino de los directores. En el Giro, la cuenta atrás para perder que Roglic perdiera la maglia rosa comenzó cuando tuvo la desgracia de averiar la bici justo en el instante en el que su director paraba el coche para orinar en la cuneta. Los técnicos más veteranos, algunos ya jubilados, siempre llevaban un botellín de ciclista vacío para que hiciera de orinal por si acaso.

Mal día para Superman al que le dolía el estómago. Y tampoco Oviedo fue una ciudad agraciada para Valverde, quien no se había caído desde su gravísimo accidente de Düsseldorf, en la salida del Tour del 2017.

Ahora cambia todo el panorama, Asturias presenta su patria de montañas queridas con dos etapas consecutivas de extrema dificultad, sobre todo hoy camino del Santuario del Acebo. Pero tampoco hay que olvidar la ascensión de mañana a la Cubilla, con la cima marcando la frontera entre el Principado y León. «Me han dicho que es el Galibier asturiano», decía el jersey rojo de la Vuelta.