Los ciclistas saben que practican una profesión de riesgo. Y Isaac Gálvez era de los que se jugaba el pellejo, como Manuel Sanroma, el último corredor que perdió la vida en territorio español. Sucedió, horribles coincidencias del destino, en Vilanova i la Geltrú, la ciudad natal de Isaac, una tarde soleada del 19 de junio de 1999, durante la Volta.

La verdad es que cuando los periodistas del Tour se ponían ante el televisor para seguir los últimos kilómetros de las etapas llanas, si se producía una caída, enseguida trataban de adivinar a Gálvez entre los afectados. Se cayó en el 2005 y en el 2006. Una vez, en el Giro del 2003 tumbó y retiró a Mario Cipollini. Unas semanas más tarde todavía iba algo cojo pero quiso ir a correr con unos amigos. Se cambiaba en el vestuario del campo de fútbol de Olost. Allí mostraba el morado que le cubría el glúteo, desde la cadera hasta el fémur. Era el sello de Cipollini.

Orgullo del padre

Cuando acudía a esta carrera de amigos, primero en Olost y luego en Torrelavit, siempre iba con su padre y con su hermana Deborah. Isaac, en la primera cuesta --él nunca fue un buen escalador pero subía demasiado rápido para los cicloturistas de a pie-- desaparecía en el horizonte, pero no así Paco. "Soy el padre de Gálvez y esta es la única carrera en la que puedo ir con mi hijo", decía el hombre muy orgulloso.

Como orgulloso debió estar, a principios de los 90, cuando llevó a sus dos hijos, Isaac y Ramsés, a los cursos de tecnificación que se impartían en el velódromo de Horta. "Enseguida vimos que Isaac era un pata negra", recordó ayer Jaume Mas, seleccionador en Atenas.

Isaac coincidió en la pista barcelonesa con Juan Antonio Flecha y fichó por el Bon Pastor de ciclismo, antes de pasar al Kelme y ser contratado luego por el dúo Echávarri-Unzué. Empezó entonces su desamor con los esprints, en ocasiones éxitos y otras veces caídas. Este año superó el obstáculo de los Pirineos del Tour. Gálvez estaba hecho un cromo, magulladuras por todas partes.

En la salida de Luchon le vinieron a arropar el matrimonio Llaneras con los hijos y Davinia, compañera y recientemente esposa. "Isaac, trata de aguantar hasta París. Llegar a los Campos Elíseos debe ser una experiencia única. ¡Resiste!". Gálvez sonrió. "Estoy hecho polvo". Abandonó unos kilómetros después. Fue la última vez en hablar con él.