TBtien es cierto que en cualquier campo perdido encuentras un extraordinario promotor del deporte base, en el cual llevan confiando generación tras generación decenas de jóvenes jugadores de aquel lugar. Impagable labor, sin duda.

No pasa de ser una cuestión, aunque importante, de ocupación del tiempo libre tanto para éste como para los otros, en la mayoría de los casos. Ahora bien, cuando hablamos de jóvenes jugadores con contrastada proyección, la salida a escena de los aventureros, en la mayoría de los casos, con fines lucrativos, es cosa algo más seria.

El desarrollo del fútbol ha sido tan brutal en los últimos tiempos que se ha convertido en un negocio de primera magnitud. No en vano, en algún momento, el dinero movido por nuestra liga profesional movió a los presupuestos generales de Francia, por poner un ejemplo.

La trama del aún actual Lazarillo de Tormes, obra de la literatura universal, que no es otra que el engaño que un joven auxiliar realiza a su patrón, ciego, está cada día más vigente en la realidad futbolera. Como ciegos están, con todos mis respetos, jugadores y padres en todas aquellas cuestiones que no sean realizar excelentes remates y regates, llevarles al entrenamiento y hacer cientos de lavados de calzonas y medias.

Dinero y desconocimiento de quien lo proporciona es la mezcla perfecta, para que en torno a este mundo, afloren como setas los oportunistas advenedizos supuestamente sobrados de conocimientos y posibilidades.

No hace más que despuntar el alevín en los Judex, y ya hay quien lo ve, con el coche, la mansión, la novia despampanante y el corte de pelo traído de Inglaterra o Italia, según corresponda. Comienza el calvario de los padres. Comienzan las ofertas cual promociones de un centro comercial cualesquiera.

Poco pueden hablarle a ese padre forofo del fútbol (y de su hijo) de la normativa sobre protección de menores, de sus derechos por formación, de sus obligaciones, pocos de la formalidad de los contratos de los clubes, de la tipologías de jugadores, de lo que dice la ley deportiva de este país. Modestamente, solo quien debe estudiárselos para pasar una prueba de carácter internacional, solo quien está en situación de acreditar una reputación intachable, solo quien está registrado federativamente, renovando su póliza de responsabilidad civil, solo quien tiene el deber de reexaminarse periódicamente ante los órganos legales y solo quien asiste puntualmente a jornadas de reciclaje puede y debe meterse en el ´berenjenal´ de manejar ilusiones y capacidades de padres e hijos.

Jugadores, padres y clubes están obligados a exigir todo esto, pudiendo ser sancionando en caso contrario. Solo éstos, con algunas excepciones, podemos cumplir con esas exigencias y por tanto hacer de este noble deporte un legítimo negocio. Y lo que es más importante, aportar garantías para no quedar no solo deportistas en la cuneta, sino ya personas.

Con los niños no se juega, con el deporte tampoco, y menos aún, se trafica. Las verdades del ´arquero´, que diría un argentino. Las verdades del ´portero´, que digo yo. Las verdades del barquero, que es como decimos todos.