No necesitamos tanto", le repetía Rocky, su ingeniero de pista. Sí, Sebastian Vettel aún tenía mucho más en su RB9, aún guardaba en sus neumáticos más ritmo. No lo necesitó para mantener a raya a un combativo Fernando Alonso, y sí, sentenciar el Mundial con el sexto triunfo de la temporada en el circuito que, en teoría, menos beneficiaba a su coche y mejor le iba a Ferrari.

El mundial está acabado, el alemán tiene en el bolsillo su cuarta corona. 53 puntos (más de dos victorias) son muchos cuando alguien transita por todos los circuitos con tanta solvencia como el binomio Red Bull-Vettel. Su sexta victoria del año deja el campeonato visto para sentencia a falta de siete carreras.

"Hay que ser realista al hablar de las posibilidades en el campeonato. No tenemos suficientes carreras y no tenemos suficiente velocidad para reducir la diferencia. Necesitaríamos que él no termine algunas carreras...", asume Alonso, el único de los tres rivales iniciales de Vettel que ha quedado en pie. Lewis Hamilton y Kimi Raikkonen, los otros dos, ofrecieron un buen espectáculo, con adelantamientos sucesivos entre ellos, pero estaban luchando por entrar en la zona de puntos. Muy movido, sí, pero nada trascendente.

VETTEL CONTROLA En cambio, donde se jugaba el Mundial, casi no ocurrió nada. Vettel dominó el GP a su antojo. Alonso perdía cinco segundos cuando llegó a su altura, tras adelantar a Nico Hulkemberg en la arrancada ("salí bien pero no encontré mucho hueco") y a Mark Webber en la chicane de Roggia, tras una maniobra espectacular en la que se tocaron. "Había que pasar a Mark, sí o sí, arriesgamos porque no teníamos nada que perder estando segundos en el campeonato".

Empleó seis vueltas en dar caza a Massa, que no ofreció oposición, y entonces comenzó el verdadero duelo entre Alonso y Vettel. El alemán hizo un plano en la rueda en la primera frenada. Pidió "disculpas" a su equipo por ello, pero ni siquiera eso permitió a Alonso acercarse a él. Solo en las últimas vueltas del primer stint le rebajó unas décimas. Vettel se detuvo antes, en el giro 23, y Alonso lo hizo en la 27. El español y su equipo sabían que con gomas nuevas duras, el Red Bull sería más rápido que el Ferrari, así que aguardaron unos giros por si la ligera lluvia que hizo aparición minutos antes de la carrera, reaparecía y Alonso se ahorraba una parada para ganar a Vettel.

EMPATA CON ALONSO No sucedió, y cuando se acabó la ventaja sobre Webber, mandaron a Alonso a los boxes . Salió justo por delante del australiano que había ganado la posición a Massa, y a partir de ahí, "más que poder atacar a Vettel, me defendí de Webber". El australiano, como Valentino Rossi, en MotoGP --debe ser cosa de la edad-- acaba las carreras mucho mejor que las empieza, incluso con el ala delantera algo dañada tras el toque con Alonso. Por detrás, Hulkemberg, el chico que suena para Ferrari, el alemán que lo ha ganado todo en categorías inferiores, no perdió nunca de vista a Massa, y supo tapar al Mercedes de Nico Rosberg en los últimos giros.

Sí, Vettel se paseó en el segundo relevo, saboreando su sexta victoria del año, la número 32 de su carrera, con la que iguala a Alonso como cuarto piloto de la historia con más triunfos, aún sabiendo que eso no le haría popular entre los miles de seguidores que invadieron la recta de Monza. "Dije por la radio a los chicos que si nos silbaban en el podio era que habíamos hecho bien las cosas", argumentó el chico de Heppenheim, quien recordó que fue aquí, en Monza, donde ganó su primera carrera. "Entonces corría en un equipo italiano con motor Ferrari y me aplaudieron. Y mucho. Ellos aman Ferrari y lo entiendo, claro que lo entiendo".

A su lado en el podio, Adrian Newey, como si el equipo quisiera guarda la foto de campeones. "Habíamos hablado de que este era un circuito para limitar los daños porque no nos venía bien. El estaba tan sorprendido como yo del triunfo", desveló el tricampeón alemán ante el sonriente gurú de Red Bull. Es la pareja del nuevo siglo. La que suma títulos sin parar. La que ha ganado la guerra tecnológica --y psicológica-- a todos sus rivales, desesperados ante su apabullante dominio.