Con el paso del tiempo, el olvido entierra demasiados acontecimientos, solo quedan los resultados, el palmarés. De Michael Schumacher emergen sus récords de victorias, de puntos, sus siete títulos. Casi nadie recuerda ya sus malas formas, sus artimañas, su desmedida ambición. Puede que en el ultracompetitivo mundo de la F-1 solo haya una forma hacerse hueco (o no), que no pasa ni por la caridad, ni por la honestidad, ni por hacer amigos.

LA AMBICION DE VETTEL Es posible que Sebastian Vettel (Baby Schumi , para los alemanes) piense igual que su ídolo, que su mentor o, simplemente, comparten un ADN similar. El caso es que el más joven tricampeón, ahí donde lo ven, ha tenido que llenarse la boca de disculpas por ganar el GP de Malasia y colocarse líder del Mundial. Dentro de unos años, nadie se acordará de esas disculpas, de que pasó a tomar el mando saltándose la disciplina de equipo, poniendo en riesgo el resultado y cabreando a sus jefes y a su compañero, Mark Webber, que iba para ganador fácil, merecido y con gran estrategia.

El australiano, autor de su mejor salida de los últimos dos años, logró colocarse segundo cuando Fernando Alonso abandonó en la segunda vuelta. Ahí se inició un duelo fraticida que Webber comenzó a ganar con una estrategia diferente. Todos fueron a cuatro paradas, pero el australiano eligió colocar el compuesto más duro en el primer stint , mientras Vettel optaba por el blando.

MENSAJE EN CLAVE Webber consiguió regresar por delante de Vettel de la segunda parada. El alemán patalebaba por radio --"¡Quitádmelo de delante!"--, pero su equipo sabía que Webber simplemente estaba regulando el ritmo para gestionar sus gomas, tanto que el australiano regresó por delante de Vettel en la tercera y la cuarta parada del gran premio.

En ese momento, el equipo envió un mensaje a ambos: "Multi 21", el nombre en clave de "la guerra se ha acabado, va delante el mejor del día, y se mantienen las posiciones para garantizar el doblete". Pero no, Vettel no hizo ni caso, se pasó por el forro la disciplina, su palabra, todo, y adelantó a Webber que, incrédulo, lo arrinconó contra el muro en la recta, en dos vueltas de infarto, a diez giros del final.

ROSBERG SI OBEDECIO Los Red Bull se lo cocinaron todo, porque por detrás, Mercedes daba órdenes de equipo a Nico Rosberg para que no adelantara a Lewis Hamilton. Y, tras el abandono de Jenson Button (no le anclaron una rueda en la última parada), Felipe Massa navegaba quinto, por delante de los dos Lotus, en los que Kimi Raikkonen (salió décimo tras una penalización) no pudo reponerse al tráfico y a una pista que, tras la lluvia, no superó los 35 grados (10 menos de los esperado), lo ideal para Red Bull y Mercedes, lo peor para Lotus y Ferrari.

Sí, fue la lluvia la que condenó a Alonso. Con una pista seca, se hubiera colocado sin problemas líder en la primera curva, a 650 metros de la salida, una distancia para sacar todo el partido de su talento en las arrancadas y del fenomenal reglaje de los Ferrari en las salidas. Pero un chubasco justo antes del GP había dejado el asfalto imposible para las gomas lisas. Todos los pilotos optaron por neumático intermedio.

LA EXPLICACION DE ALONSO Aun así, Alonso pudo superar a Massa, pero en su intento de rebasar a Vettel tocó con su alerón delantero en el difusor del Red Bull. Alonso completó toda la primera vuelta con su alerón torcido, llenando de chispazos la pista. "Las sensaciones no eran del todo malas y sabíamos que, en tres o cuatro vueltas, tendríamos que poner slicks . En las imágenes de la tele parecía que el alerón podría aguantar, y dijimos: 'Aguantamos, venga'. Pero el alerón acabó destrozándose. Terrible mala suerte. Es fácil hablar a posteriori de una decisión errónea, pero, sobre todo, ha sido mala suerte", razonó el asturiano.