Haga como Bernie Ecclestone, disfrute de la ciudad, disfrute del circuito, disfrute del sol, disfrute de la comida, pase un día feliz y saboree lo que es un gran premio. Hoy puede ser un gran día en Montmeló, pero no para batir récord alguno --no se llegará a los 140.000 espectadores de hace dos años-- ni tampoco para que gane uno de los nuestros, bueno, el único, Fernando Alonso. Pero sí para asistir a uno de los grandes premios más lindos del calendario. Ya lo dice Ecclestone, perseguido, el pasado viernes en el hotel Hilton por Antonia Dell´Atte: "Si quiere disfrutar de un gran premio, no lo dude, vaya a Barcelona".

El que, dicen, debe ser el primer GP de la reacción se convirtió ayer en la tumba de Kimi Raikkonen y en una nueva estación en el vía crucis de Lewis Hamilton. Los dos últimos campeones ni llegaron a la ronda definitiva. Lo nunca visto en tiempo. Lo de Iceman ya empieza a ser grave porque su compañero de equipo, Felipe Massa, saldrá desde la segunda fila de la parrilla.

Que no puedan ganar hoy los de siempre, es decir, los que llevan dos años ganando (Ferrari, McLaren o Alonso), no significa que no se vea una buena carrera. "Es verdad que, si esto sigue así, la ventaja que pueden adquirir los Brawn será ya casi insalvable", seguía lamentándose ayer Alonso. "Somos mejores, sí, pero ¿suficientemente mejores?", se preguntaba el bueno de Massa.

Sus manos ya no valen nada. Jenson Button, al que el pastelero Escribá regaló ayer un doble difusor de chocolate, tiene como mejor resultado en Montmeló un sexto puesto. Pues bien, hoy parte como indiscutible favorito a la victoria, y también al título mundial. Todo, no solo los difusores, está a favor del británico.