En pocas victorias habrá sudado más Michael Jordan. El mítico escolta de los Chicago Bulls ha logrado que la justicia china proteja su nombre. Han sido cinco años de batalla judicial en la que solo había encadenado derrotas: primero en su reclamación contra la Junta de Adjudicación y Revisión de Marcas y después en varias instancias judiciales. La sentencia favorable en el Tribunal Supremo, el máximo órgano judicial chino, equivale a una canasta sobre la bocina.

Zapatillas de la marca china Quiaodan.

La justicia había mantenido hasta ahora que Qiaodan (la traducción fonética de Jordan) se refería a un apellido común y no necesariamente al célebre deportista. El Supremo sostiene ahora que Jordan es suficientemente conocido y que su nombre merece ser protegido. La compañía Qiaodan Sports deberá dejar de utilizar los caracteres chinos de Jordan. "Los consumidores chinos se merecen saber que Qiaodan Sports y sus productos no tienen ninguna relación conmigo", ha manifestado Jordan después del fallo.

La compañía china, con sede en la provincia sureña de Fujian, no es una cualquiera. Cuenta con 6.000 tiendas de material deportivo en todo el país y es socia de la Federación Internacional de Baloncesto. Cuando Jordan interpuso su demanda en el 2012, contraatacó con una reclamación de ocho millones de dólares por ensuciar su imagen y arruinarle su plan de salir a bolsa.

JORDAN EN PINYIN

La victoria de Jordan no es absoluta. La compañía podrá seguir usando el nombre Qiaodan en pinyin o escritura románica porque, según el tribunal, esa versión no está suficientemente asociada al jugador.

La sentencia, sin embargo, ha sido recibida por los juristas como el final de la anarquía en la protección intelectual del país. El tribunal, en una práctica poco habitual, ha retransmitido en directo el fallo para dotarle de más publicidad. Marcas como Apple y Starbucks o famosos como Donald Trump pelean en los tribunales por defender su nombre en la segunda economía del mundo.

PRIORIDAD EN EL REGISTRO

La justicia china hasta ahora decidía los conflictos no en base al uso de la marca, como ocurre en Occidente, sino atendiendo al que la registró antes. Eso ha permitido la piratería de marcas occidentales por avispados empresarios chinos con la cobertura judicial. También ha posibilitado sentencias de digestión difícil como la que condenó el pasado año a New Balance a pagar 16 millones de dólares al particular que se había anticipado en el registro. Y, además, la obligó a dejar de utilizar su nombre en mandarín en China y a ofrecer disculpas públicas al pirata por los daños causados.