Parecía, era, un tigre enjaulado. No había ni comidita ni chiste que le calmase. Karlos Arguiñano, que se ha jugado parte de sus ahorros para ayudar a Derbi a mantener en pie su equipo y que se ha convertido en el protector del bueno de Pol Espargaró, estaba a punto de saltar a la pista en las últimas vueltas de la carrera de 125cc, que, finalmente, y gracias a un enorme error de Julito Simón, el favorito, líder del Mundial y, próximamente, flamante campeón del mundo, ganó el piloto de Granollers.

Arguiñano estaba nervioso. No porque Pol corriese riesgo de volver a ser derribado, como ya ocurriera en Misano, por sus compañeros de fuga (esta vez, el alemán Sandro Cortese y el británico Bradley Smith), sino porque él mismo se llevase un chasco parecido a aquella mañana en la que, al cumplir exactamente los 61 años, había sido escogido por el equipo para que subiese al podio a recoger el trofeo del jefe de la escudería. Arguiñano se desesperó aún más que Pol aquel día, pero ayer disfrutó "como nunca" al contemplar desde el podio como su equipo les aplaudía desde la línea de meta. "Ha sido una victoria fantástica, rica, rica, rica, con fundamento", dijo el cocinero. Espargaró trató de levantar a Arguiñano en el podio pero prefirió verle disfrutar como un niño.

La carrera del chico empezó regular, como casi siempre. "El día que salga bien, me salgo, y nunca mejor dicho". Fue de más a menos, aunque contó con la suerte de que Julito Simón, que era líder; Marc Márquez, que era segundo; y Terol rodaron muy pronto por los suelos. Luego batió a Cortese y Smith.