La Vuelta a España nunca ha contado con un final en alto en tierras extremeñas. Y su montaña, ni la ‘alta’, ni la ‘media’, tampoco ha sido especialmente protagonista. Cierto que El Piornal o el Puerto de Honduras han entrado en los recorridos de algunas ediciones relativamente recientes, pero siempre buscando una meta ubicada fuera de la Región. Territorio de paso, en suma. Pero las posibilidades de la orografía extremeña son enormes para el ciclismo. Se da por hecho con la bici de montaña, pero no existe esa conciencia con la de carretera. Ausente la alta competición de sus geografías (no hay ninguna prueba de carácter profesional, si bien en el campo aficionado refulge con esplendor el Circuito del Guadiana de Don Benito), esas posibilidades siguen siendo igualmente gigantescas para la vertiente más lúdica y popular de este deporte.

El cicloturismo tiene en Extremadura escenarios de primer nivel, pero desde hace unas semanas el menú ha crecido ostensiblemente con el acondicionamiento de la carretera que sube hasta las inmediaciones del antiguo Centro Tácnico ubicado en el alto del Risco de La Villuerca. En 1975 entró en servicio esta instalación militar cercana a Guadalupe que contaba con un acceso perfectamente asfaltado. El techo de los Monte de Toledo, 1.603 metros en su punto más alto, 1.580 en su versión ciclista, acogió en los noventa alguna llegada de la desaparecida Vuelta a Extremadura (1993, 1994, 1995 y 1996). A finales de esa década el uso de la base cada vez fue más testimonial y en 1997 prácticamente ya era anecdótico. El estado de su firme fue degradándose con el paso de los años y a comienzos del siglo XXI algunos tramos eran inexistentes. Un mar de guijarros. Impracticables para una bici de carretera, por supuesto no para otros vehículos.

En este 2019 la Diputación de Cáceres anunció un reasfaltado de esta ruta y la finalización de los trabajos de cara al otoño. Tocaba inspeccionarlo in situ. El pasado 21 de octubre las labores no habían concluido del todo. Pero la plataforma, con un impecable asfalto nuevo, ya era una alfombra. Una delicia. La subida al Pico de La Villuerca presenta números muy interesantes para los practicantes del ciclismo. Desde la EX-102 son 16,5 kilómetros en los que se salvan más de 1.000 metros de desnivel. Los 5,5 primeros kilómetros transcurren por la EX-118, también ascendente y con cuatro mil metros siempre por encima del 7%. Al llegar a la altura de la ermita del Humilladero, a mano izquierda, nace la ruta que sube hasta La Villuerca.

La vieja vía militar, más estrecha, ahora con un asfalto impecable, es una gozada. Diez kilómetros paradisíacos. Tras tres kilómetros llegamos a una primera parte muy dura, con rampas constantes por encima del 10 y el 11% que tienen su colofón en una curva de herradura. Después, un par de kilómetros más suaves en los que nos aproximamos a la zona de La Quebrá, una recta ascendente de nuevo con rampas del 11 y el 12% sobre la que veremos unas espectaculares vistas de todo el conjunto del Risco de La Villuerca e intuiremos su cima por las antenas. De postal.

No es nuestro día de suerte, porque una nube negra se desplaza con rapidez, nos amenaza con descargar agua y tapa rápidamente la cima. Nos da tiempo a disfrutarla parcialmente. Acabará descargando granizo sobre nuestras cabezas.

Pero hasta que eso pase, hermosísimas panorámicas. En un coloso de panorámicas. Por delante quedan 5,5 kilómetros que regalan fabulosas vistas sobre los valles vecinos y, sobre todo, concentraciones pétreas de las montañas cercanas. Las vistas sobre la sinclinal del Viejas-Torneros, desde nuestro sillín, son sobrecogedoras y condensan en una imagen el gran valor del Geoparque Villuercas Ibores Jara que podría encontrar en este enclave el más privilegiado de los miradores. Una vez superada la segunda gran herradura y un tramo enclaustrado entre altas paredes de pizarra, cambia la perspectiva; pero no acaban los alicientes. El pico se nos presenta más cercano y sus grandes rocas, más nítidas. No es difícil intuir por donde va la carretera. Acabamos pedaleando bajo entre un pequeño robledal. Y al poco, pasamos junto al camino que sube desde la CC-97, cerca de Navezuelas.

Es otro de los beneficios colaterales de este asfaltado. A ese camino, cementado, perfectamente transitable en bici, le llaman Las Acebadillas. En tres kilómetros, muchas rampas por encima del 16 y el 17% y un porcentaje medio superior al 13%. Palabras mayores. Hasta esa pista, además, se llega tras otra decena de kilómetros en subida más tendida, lo que le da más enjundia al coloso. Esa pista muere a 2,5 kilómetros de la cumbre, pero también puede ser cima de un puerto de categoría especial si se afronta en sentido descendente por el que veníamos subiendo. Collado de Ballesteros, le dicen. Estamos a 1.418 metros de altitud.

Un pequeño Angliru a los pies de La Villuerca. El último kilómetro vuelve a ser duro y esa dureza nos acompañará, in crescendo, hasta la puerta de la vieja base militar. Pero la subida en sí es formidable. Fabulosa. Merece una visita. Incluso, por qué no, una visita de la Vuelta. Costear una etapa nunca debe ser una prioridad cuando las necesidades son múltiples y variadas. Pero si en algún momento se puede afrontar, quizá valga más un plano televisivo aquí que cientos de folletos en papel impreso. En todo caso, pedaleen o no, visítenlo. Solo por las vistas. Aunque a nosotros nos acabó granizando.