El deporte extremeño reflexionaba en voz alta, en una macroencuesta publicada por este diario el pasado viernes, sobre la agresión sufrida por el entrenador Juande Ramos en el derbi sevillano de fútbol. La mayoría coincidía en señalar a los presidentes de Betis y Sevilla como culpables de los sucesos. En nuestra comunidad sabemos también de episodios de violencia recientes, como la salvaje pedrada en el ojo del conductor del Jerez en Zafra, o el caso del árbitro cacereño de fútbol sala que sufrió un cabezazo en Toledo, y algunos ejemplos más que nos deben sonrojar. Está claro que el mal está instalado en la sociedad a nivel mundial y que no somos capaces --ni los dirigentes, ni los deportistas, ni los periodistas ni los propios aficionados-- de erradicar los brotes, que surgen en los escenarios más insospechados, empezando por la base. Para mí que, aparte de la concienciación, hace falta mano dura. Sanciones como la de los tres partidos del Ruiz de Lopera son insultantemente ridículas.