Uno de los grandes honores que siempre se reserva la Vuelta para sí es el de presentar en sociedad a corredores que el día de mañana están llamados a triunfar en el Tour; unos, como aspirantes a la general, ya que solo hay que recordar que Chris Froome se dio a conocer en el 2011 en la ronda española, y otros para ocupar la punta de la velocidad en las llegadas masivas de la grande boucle. Los ejemplos casi son infinitos; primero ganas en la Vuelta y luego lo harás en el Tour. Esta podría ser la consigna a la que sin duda se ha apuntado este miércoles el joven valor australiano, uno más en el Orica, Michael Matthews, con 22 años, a punto de cumplir los 23, más joven incluso que Nairo Quintana, aunque, a diferencia del colombiano, las cumbres no son lo suyo.

Matthews, que ha sido campeón del mundo sub 23 en Melbourne, especialidad en la que destacó antes que como velocista, ha ganado en lo que casi se podría considerar una especie de milagro en esta Vuelta 2013 cargada de cuestas y más cuestas, que no es lo mismo que montaña, en la mayoría de etapas. Este último miércoles de agosto nadie ha soñado ni ha tenido alucinaciones viendo la quinta etapa. Final en llano, pelotón lanzado a 60 kilómetros por hora, los pocos esprínters que se han apuntado a la prueba asomando por fin en la cabeza de la carrera y la victoria, aparentemente sin mucha complicación, de Matthews.

Los favoritos, con Vincenzo Nibali como líder y con Alejandro Valverde y Purito Rodríguez, al frente de la oposición, se han tomado la etapa como una jornada de recuperación porque los 700 kilómetros por carreteras gallegas han sido agotadores, porque mañana vuelve a asomar un esprint en Cáceres, llegada de la sexta etapa, porque el viernes puede suceder igual y porque hasta el sábado, ya en Andalucía, no retorna la montaña, a las afueras de Estepona.