Hace unas semanas, Xavi hablaba con Eusebio, uno de los ayudantes de Rijkaard, del fútbol y de la vida. Nada en particular, pero era un diálogo generacional que transmitía, tal vez, la vieja esencia del dream team a un equipo que quiere construir su propia historia. No ha ganado nada aún, es más, ha perdido la Copa, pero el juego de Xavi se ha hecho, al fin, adulto. Ahora se asoma al área con más frecuencia --en cada partido tiene una ocasión de gol y ha marcado dos-- y su diminuta figura se agiganta con el balón en los pies. "Ya era un gran jugador. Pero ahora es determinante", cuentan en el vestuario, asombrados de su mutación. Quedó atrás el jugador burocrático, que despachaba pases horizontales.