Habla a menudo con Del Bosque, Vicente como le llama él, cuchichea con "Andriu", mira tranquilo la presión infatigable de Pedro, disfruta con el último Guaje que compartirá y asiste feliz al rápido y obediente viaje de la pelota --aquí irás, aquí va-- por el césped mojado de Curitiba. Es Xavi Hernández, o simplemente Xavi, el fútbol hecho un monumento. Mañana, cuando el balón ruede en la calurosa y húmeda Salvador de Bahía, disputará su cuarto Mundial, algo nunca visto para un jugador del Barça. Y lo hará con 34 años, sin saber qué será de él dentro de un mes. O quizá sí lo sabe, pero lo oculta. Y lo calla.

Mañana, el niño que se olvidaba de recoger las barras de pan que le ordenaba su madre, se asomará a Brasil, otro de sus sueños, el país do futebol . Y entrará, ya con 34 años, en la memoria colectiva del fútbol mundial. "Se busca urgentemente en Brasil, con grandes posibilidades de no encontrarlo, un gran talento en el medio campo, un Xavi, que juegue de un lado a otro", escribió Tostao en su columna dominical del diario Folha de Sao Paulo hace cuatro años, justo antes de que España se hiciera eterna en Johannesburgo. Con Xavi al mando de esa selección inolvidable. Y no por lo que ganó (todo, lo ganó todo) sino por cómo lo ganó. "Sí, este es el bueno, este es el del que hay que hablar. Me reafirmo. Me encanta Xavi. Es excelente. El Barça me gusta por Xavi, y además Iniesta, Messi... Ese equipo me recordaba a mi época del Santos con Zito, Coutinho, Pepe...", le contó O Rei Pelé a Santi Giménez el pasado martes en el diario As .

La suplencia de Tata

A Xavi este cuarto Mundial le llega, curiosamente, en el momento más incierto de su larga y lujosa carrera deportiva. El tiempo pasa para todos, incluso para él, el jugador que ha marcado la época más gloriosa del Barça. Y de la selección española. El fútbol se ha mirado con los ojos de Xavi en estos seis años de éxitos inacabables, tanto en el Camp Nou como con Luis, el técnico que le abrió un nuevo mundo, como con Del Bosque, el sabio hombre que mejor entiende a un centrocampista tradicional. De los que ya no existen. O quedan cada vez menos. Con Tata Martino, en cambio, no hubo esa química. Eran, y son, hombres de fútbol. Pero lo ven de manera distinta. No es nada casual que en su marcha, ya decidida desde hace semanas, Martino quisiera dejar un cruel mensaje enviando a Xavi al banquillo ante el Elche y el Atlético, las dos últimas jornadas de Liga y con el título en juego. "¿Te pasa algo? ¿Estás lesionado?", le preguntaron sus compañeros a Xavi en el hotel cuando el técnico argentino dio el once ante el equipo de Simeone. No tenía ningún problema físico. El único problema es que Tata no creía en él o, mejor dicho, dejó de creer en él.

Aquellas dos suplencias obraron un efecto devastador en Xavi. Todavía hoy, con el Mundial a punto de abrir sus puertas, no las entiende y tampoco hay nadie que se lo haya explicado. Fanático del juego como es, fue la mente de Guardiola en el Barça más perfecto nunca visto, el alma de Luis en la revolución contracultural (llegó en el 2008 deshecho del Barça de Rijkaard y Ronaldinho, envuelto en aquella "autocomplacencia" destructiva y regresó a casa coronado como el mejor de Europa) y el cómplice de Del Bosque. Luis Enrique, "un amigo" como el asturiano se definió de Xavi, todavía no le ha dicho qué papel le reserva. Si es que le reserva alguno. O si el club entiende que toca remodelar la plantilla de arriba a abajo no solo con nuevos jugadores sino con una jerarquía absolutamente diferente en el grupo. Si Xavi se va (Catar le espera, Nueva York no le tienta tanto), en un solo verano se habrán ido Puyol, Valdés y él. O sea, tres de los cuatro capitanes del Barça. Eso sí es un cambio de ciclo. Un auténtico cambio.

El querría que el Barça creyera todavía en su capacidad para liderar esa gestión. Cada vez menos desde el campo. Pero el club trabaja en otra dirección. Ha vuelto Rafinha, llega Rakitic, piensa en fichar a Koke, es el momento de que Iniesta, con 30 años, tome el mando y Xavi, entretanto, no ha podido aclarar su futuro. No parece que el Barça haga como la Juventus, que anunció ayer que Pirlo, otro futbolista emblema, acaba de renovar, a sus 35 años, hasta el 2016.

No se pierda, pues, el tiempo en buscar otro Xavi. No existe. Todos los que vinieron con esa misión han fracasado. Y ni están ya. Cesc tiene las maletas hechas para irse, Thiago se fue hace un año al Bayern y quien venga no merece soportar el peso de un monumento. Y el Máquina --es su palabra preferida-- solo piensa en llegar a jugar en Maracaná el 13 de julio. Luego se irá de la selección. ¿Del Barça? El fútbol será entonces diferente.