Zinedine Zidane es el entrenador elegido por el Real Madrid, y el club blanco es el elegido por el técnico francés en un matrimonio que se ha reconciliado cuando cuando los problemas que les separaron están más agravados que nunca. Florentino Pérez sacó ayer el único as que le podía satisfacer al madridismo, un Zidane que se presentó en el Bernabéu, otra vez, con un entusiasmo comedido, pero alzando la bandera de la ilusión para el proyecto venidero. Mientras, Santiago Solari ya es historia.

«Estoy muy feliz de volver a casa, es lo más importante. No tengo nada más que decir, lo único importante para mi es empezar a trabajar», dijo en sus primeras palabras, relajado, con ese aire de normalidad que le da a todo, tampoco sin una excesiva algarabía, impropia del momento.

Florentino Pérez recurrió al técnico que dimitió al final de la pasada temporada, para hacerse cargo de un equipo a la deriva. Entre una expectación inusitada en la temporada y arropado por la plana mayor de antiguas estrellas que se desempeñan en el club, desde Raúl hasta Roberto Carlos, el nuevo técnico blanco repitió con naturalidad su discurso de despedida: «Me fui porque la plantilla necesitaba un cambio. Tomé la decisión por el bien de todos y porque sentía que era lo mejor», insistió ante la reiteración de las preguntas.

Parecía difícil convencerle para regresar a reflotar un barco que abandonó cuando se abrían las primeras vías de aguas, pero la directiva del Madrid debe haber ofrecido algo irrechazable a un técnico que tenía opciones en los mejores banquillos del mundo y ninguna necesidad de remover un pasado glorioso.

Además de calmar las aguas de un vestuario agitado y revirado tras el fracaso de la temporada en lo que queda de curso, Zidane es el señalado para ser el ideólogo del próximo proyecto blanco, con orden y mando en las próximas decisiones de club.

El nuevo proyecto / Aunque Zidane tuviera plenos poderes para hacer y deshacer en la plantilla, aún con el músculo económico del Madrid, el mercado es un lugar hostil en el que va a ser difícil para el club satisfacer según qué deseos del técnico, si es que este es procedimiento a seguir: «Estaba fuera, pero para mí estaba todavía dentro, viendo a mis jugadores. Quiero volver a estar con ellos. Tenemos que cambiar cosas para los próximos años, no me olvido de lo que hicimos mal, ganamos la Champions pero perdimos La Liga enseguida», dijo con su habitual habilidad para resaltar la modestia sobre la genialidad, con una autocrítica que había desaparecido entre la complacencia de sus predecesores.

Florentino, impávido, recitó un discurso de memoria, sin variación de tono, para repasar los éxitos pasados y recientes del club, agradeció sus servicios a Solari, con palabras muy alejadas de las formas incendiarias con las que se despidió a Lopetegui, y asumió la deriva deportiva: «Esta temporada no hemos conseguido los resultados que esperábamos. No hemos alcanzado el nivel colectivo», dijo, antes de lanzar a su nuevo abanderado al ruedo sin variar el tono, ni siquiera al dirigirse a su nuevo técnico: «Debemos iniciar cuanto antes el trabajo en el nuevo proyecto. Si has vuelto es porque amas a este escudo», explicó.

Se metió un poco más en el corazón blanco con las explicación que ofreció sobre cómo se produjo su retorno, aunque los motivos deportivos habrá que ponerlos sobre la mesa: «Me llamó el presidente (tras la derrota ante el Ajax) y, cómo quiero mucho al club y él, aquí estoy».