El Banco Central Europeo (BCE) se levanta como una hermosa mole de cristal en una gran explanada verde de 12 hectáreas sobre el río Meno, en la ciudad alemana de Fráncfort. Este edificio futurista, que reemplazó a la sede histórica de la Eurotower en el 2014, tuvo un estreno controvertido al concentrar numerosas manifestaciones de indignados y activistas contrarios al euro y a las políticas llevadas a cabo por la institución durante la crisis financiera. El BCE, garante de la estabilidad de la eurozona y guardián del euro, cumplió este viernes exactamente 20 años desde su fundación el 1 de junio de 1998 con populismos crecientes en Europa y nuevas amenazas a la estabilidad económica.

Pero la institución de hoy no es la misma que la de hace 20 años. La ha moldeado la crisis económica más cruenta vivida en Europa desde la segunda guerra mundial para convertirla, primero, en un actor activo de la troika en los rescates, y después, en supervisor de todos los bancos europeos. Los retos son en la actualidad todavía muy grandes. Los ciudadanos no perciben al BCE como una institución democrática, hay dudas sobre el futuro de las políticas no convencionales de estímulos y existe el temor a que los populismos frenen más avances necesarios en la unión económica. Las estadísticas internas señalan que goza de una gran credibilidad entre los europeos (se le reconoce que lo que dice lo cumple), pero también es verdad que su imagen ha salido muy tocada de la crisis, sobre todo por su colaboración en los rescates como integrante de la troika.

La troika fue creada por los ministros de Economía y Finanzas del Eurogrupo y la dirección del FMI al inicio del salvamento de Grecia en el 2010 como un equipo técnico formado por altos funcionarios y expertos técnicos de la Comisión Europea (CE), del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del propio BCE, encargado de preparar y supervisar los rescates financieros.

A pesar de ser una entidad informal, la troika actuó con poderes casi absolutos en Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre, lo que motivó que los denominados hombres de negro fueran muy denostados por la población. El Parlamento Europeo concluyó en el mes de marzo del 2014 que las políticas de ajustes diseñadas por la troika condujeron a agravar la desigualdad y a aumentar la pobreza.

LA MISIÓN EN ESPAÑA / «En un Eurogrupo del 2010 se decidió que el BCE formara parte de la troika; para muchos funcionarios que participaron en las misiones fue muy duro, pero la situación era muy difícil en Europa», recuerda Massimo Rostagno, director general de política monetaria del BCE. Rostagno es todo un veterano. Se incorporó al BCE en el 1998, cuando se fundó. Ha sido director de la División de Estrategia de Política Monetaria y director de Política Monetaria. Previamente, trabajó para la Banca d’Italia y el Fondo Monetario Internacional. Estuvo en la misión de la troika en España entre el 2012 y el 2014 tras el rescate de la banca española. «Fue un mal momento para España, pero el final ha sido feliz, España crece y ha salido de la crisis», recuerda Rostagno.

El BCE ha tenido tres presidentes en su historia: Wim Duisenberg (Holanda), Jean-Claude Trichet (Francia) y Mario Draghi (Italia), cuyo mandato vence en noviembre del 2019 tras estar al frente del BCE durante toda la crisis (desde noviembre del 2011). La institución ha recorrido una lenta transición desde la máxima de los banqueros centrales del siglo pasado que encarnó Montagu Norman, gobernador del Banco de Inglaterra entre los años 1920 y 1944 -«nunca lo explique, nunca se disculpe»- hasta la política de comunicación de Mario Draghi -«la comunicación es un instrumento de política monetaria en sí mismo»-.

Los funcionarios que llevan más de 20 años en la institución reconocen el estilo de Draghi. «Es una persona a la que le interesa la comunicación y eso se ha notado en el banco, cada uno de los presidentes ha dejado su impronta», destaca Eva Murciano, jefa de división en el área de recursos humanos del BCE. Se trata, en definitiva, de explicar mejor qué se hace desde Fráncfort. «El BCE es independiente, pero rinde cuentas a la Eurocámara, se debe buscar la fórmula de que lo que hacemos llegue mejor a los ciudadanos», cuenta Gabriel Glöckler, asesor de la Dirección General de Comunicación del BCE y uno de los funcionarios que ha estado 20 años en el supervisor.

«Cada uno de los presidentes ha tenido diferentes características», explica con una sonrisa Hans-Joachim Klöckers, actual director general del área económica internacional. «Duisenberg era un hombre con mucha visión; Trichet, muy inspirador, y a Draghi le ha tocado lidiar con la crisis y ha sido muy buen comunicador».

Klöckers está en el BCE desde antes de su fundación, donde coincidió con el español José Viñals. Anteriormente, trabajó en las instituciones que fueron el germen del banco central: el Instituto Monetario Europeo, el Banco de Pagos Internacionales y el Deutsche Bundesbank. Coincide con Rostagno en que la participación en la troika tuvo un coste reputacional.

FRAGILIDAD DE EUROPA / Klöckers reconoce que «Europa no estaba preparada para la crisis de Grecia en el 2010». «No éramos conscientes de la fragilidad de la unión monetaria y probablemente no se avanzó porque siempre han habido demasiados intereses nacionales. El reto -afirma- es consolidar lo que hemos conseguido. Hacer a la UE resiliente a shocks», sostiene. «Tenemos que esforzarnos en hacer entender a la gente los beneficios de la moneda única, especialmente a los alemanes, que no perciben con claridad que su situación económica es la mejor de los últimos 60 años», continúa este alto directivo del BCE.

Durante la crisis, el BCE se adentró en terreno desconocido al aplicar tipos de interés negativos a los depósitos, situar los tipos de interés en el 0% y sacar el bazuca de la liquidez con inyecciones masivas de dinero en el mercado. El presidente Draghi será recordado por una frase que pronunció en el 2012, cuando la eurozona estaba a punto de saltar por los aires: «El BCE hará todo lo necesario para proteger el euro». Y lo hizo. «Me gustaría decir que estas políticas no convencionales se usarán cada 60 años, pero creo que esos instrumentos se van a usar en una futura recesión y que probablemente se quedarán ahí como opciones», puntualiza Ulrich Bindseil, responsable de mercados y también veterano en el BCE.

En el organismo existe la convicción de que han sido las medidas de la institución las que salvaron a la eurozona cuando los estados no actuaban con determinación ni hacían las reformas necesarias. Aun así, son conscientes de que falta mucho por avanzar en la construcción económica del euro. «No estamos preparados para una nueva crisis, pero evidentemente la habrá porque la economía es cíclica», sentencia Rostagno.