España dista mucho de ser ese país que entre 1800 y el 2008 incurrió en más de 13 impagos o reestructuraciones de deuda externa. Como también es distinta la fiable Alemania que, siendo todavía Prusia, protagonizó ocho impagos en el mismo periodo, como recoge el libro This time is different --Esta vez es diferente --, de Kenneth S. Rogoff y Carmen M. Reinhart, un clásico ya sobre la historia de las crisis.

En parámetros actuales, los mercados se mueven hoy por la desconfianza tras el rescate de Irlanda y la posible extensión de los problemas a otros países comunitarios. Y también por la posibilidad de tener que renunciar a parte de lo invertido en caso de impago, como propone Alemania para futuras crisis y respalda Mohamed El-Erian, directivo de Pimco, uno de las mayores gestoras de renta fija del mundo.

SOBRECOSTE En este contexto, los inversores prefieren los bonos alemanes y se alejan de los españoles. Por todo ello, esta semana la deuda pública se ha disparado hasta cotas no vistas desde el 2002. Este aumento ha supuesto un sobrecoste para las arcas del Estado de unos 15.000 millones de euros desde que comenzó el azote a los bonos españoles en mayo, estima el profesor emérito de Esade, Robert Tornabell. La deuda anterior, hasta sumar alrededor del 60% del PIB, se adjudicó aún con intereses relativamente bajos.

Lo esencial, según los analistas, es restablecer la confianza, ser creíble para los mercados, que son los acreedores. "Si el Gobierno pusiera sobre la mesa las medidas que pretende aplicar recobraría la credibilidad", dice Sergio Hernández, gestor de renta fija. "España ya ha visto rendimiento del 5% o el 6%. El problema es el diferencial con el bono alemán", añade. Todo ello multiplica el coste de financiación del Estado. En las futuras emisiones, tendrá que pagar unos cinco euros por cada 100 que reciba de los inversores, el doble de lo que tiene que pagar Alemania.

Por eso, la vicepresidenta económica, Elena Salgado, anunció el viernes que rebajaría el importe de futuras emisiones. Prefiere que amaine el temporal, tras ver que el Estado tiene más liquidez de lo que preveía y que en la última de las subastas de letras del Tesoro se tuvo casi que duplicar la rentabilidad.

La deuda pública, en una proporción alta en manos de inversores foráneos, la adquieren actualmente entidades financieras españolas. Y no solo les estimula la elevada rentabilidad, sino una circular reciente del Banco de España gracias a la que podrán evitar el impacto contable de la depreciación de los títulos que tenían en cartera. Y pueden financiarse en el Banco Central Europeo al 1% con una deuda que les renta hoy más del 4%.

Pero la situación de la deuda es, sobre todo, peligrosa para la banca. Como en principio el Estado es el agente económico más solvente de un país, la financiación en los mercados mayoristas de los bancos, cajas y resto de empresas se ha encarecido mucho o es, directamente, inviable. Por ejemplo, el Santander y el BBVA se lamentan públicamente de que sus emisiones de deuda sean más caras que las de otros bancos con su misma calificación de riesgo en otros países.

REFLEJO EN LA BOLSA Esta es una de las razones de que los bancos cotizados sufran tanto en bolsa. Los del Ibex 35 se han dejado el 10% esta semana y han arrastrado al selectivo, que ha caído el 7,05% (unos 35.000 millones de euros de valor), el tercer peor registro del 2010. Los inversores huyen de todo lo que huela a España y el selectivo ha caído ya el 11,7% en un mes y cerca del 20% este año.