La estación madrileña de Atocha, tristemente célebre desde aquel fatídico 11-M, se dio ayer un baño de nostalgia con la despedida de la legendaria Renfe, que desaparecerá como empresa pública el próximo 1 de enero arrastrada por la corriente liberalizadora. Un sobrio pero curioso acto sirvió para certificar la defunción de una de las compañías señeras de la posguerra, por cuyos vagones han desfilado cuatro generaciones de españoles a lo largo de 63 años.

La ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, organizó la ceremonia en plena estación de Atocha como si de un traspaso de poderes se tratase. En el andén 11, uno de los modernos trenes de Renfe esperaba a que el vetusto 7631, de los años 50 y con una velocidad punta de 120 kilómetros por hora, entrara en la vía 12 para darle el relevo, pero retrasó 40 minutos.

La máquina del tiempo

De la pieza de museo se apearon cinco figurantes ataviados con los antiguos uniformes de los funcionarios de Renfe, que saludaron a la ministra; al presidente de Renfe, José Salgueiro, y al presidente del GIF, Antonio González. Aquello parecía una escena sacada del No-Do, sobre todo por el parecido físico de uno de los figurantes con el general Francisco Franco, quien el 24 de enero de 1941 presidió la salida del primer tren de Renfe.

Los cinco representantes de los antiguos trabajadores dieron la mano a los modernos empleados. Como dijo la ministra en su discurso, se trataba de simbolizar la entrega del testigo por parte de "los que han logrado llevar este tren a la estación de su último viaje". Al hilo de ello, recordó que el monopolio público quedará escindido en dos empresas: el Administrador de Infraestructuras (Adif), que gestionará las instalaciones, y Renfe Operadora, que competirá con nuevos operadores en el tráfico de pasajeros y mercancías.

Los rostros de los ochos expresidentes de Renfe que asistieron al acto no reflejaban gran emoción. "Yo ya estoy muy curtido para emocionarme", confesaba Plácido Alvarez, que dirigió el monopolio desde 1975 a 1978. Otro que lo hizo en 1982, Antonio Carbonell, recordaba que empezó a trabajar en Renfe casi de niño. A Alvarez le costaba recordar cuándo le nombraron presidente. Lo que tenía claro era que fue después de morir Franco. "¿Cuándo murió don Francisco?", preguntó a un amigo. Que descanse en paz "don Francisco", como lo hará Renfe en el 2005.