Que la crisis financiera se refleje en la economía real ya es algo más que un temor y cada país acusa el golpe donde más le duele. Mientras España ve cómo se paraliza el sector de la construcción que ha servido de motor en los últimos años, Alemania se enfrenta a un serio retroceso en las exportaciones, especialmente en su terreno estrella, la industria automotriz.

En octubre, fabricantes como Opel y BMW se han visto obligados a cerrar sus fábricas durante días o semanas para reducir la producción ante la falta de pedidos. Expertos en el sector hablan de que la producción de automóviles en Alemania caerá por debajo de los tres millones de coches al año en el 2009 (en el 2008 aún aguantará en 3,1 millones) y que en el mismo ejercicio se aplicarán reducciones de plantilla que afectarán a entre 10.000 y 20.000 trabajadores de empresas alemanas del sector. La situación, que ha explotado en Alemania pero afecta a toda Europa, ha llevado al ramo a pedir ayudas a la Unión Europea. Una de las propuestas fue la concesión de un paquete de créditos a bajo interés por valor de 40.000 millones de euros para el desarrollo de modelos económicos. Una propuesta que ha encontrado apoyo y ecos similares en otros campos.

Tras las tormentas de las últimas semanas, las perspectivas de beneficio por exportaciones para el 2009 han bajado del 4% al 2,5%. Ante el miedo de que un frenazo en este campo se traduzca en recesión, la asociación patronal de la industria alemana, BDI, también ha exigido al Gobierno que prepare un paquete de ayudas para invertir en obras públicas e infraestructuras, y evitar así una crisis en sectores tradicionalmente sólidos, como el de la fabricación de maquinaria.

La idea de elaborar un programa coyuntural estatal, que incluya medidas de este tipo, unidas a varias bajadas de impuestos, cobra cada vez más aceptación entre los socios de la gran coalición del Gobierno alemán.

Uno de los primeros en reclamar la necesidad de semejante programa fue el ministro de Economía alemán, Michael Glos (CSU). Lo hizo tras anunciar la corrección a la baja de las perspectivas de crecimiento de la economía hasta el 0,2%, después de haber empezado el año con una expectativa de crecimiento de entre el 1,9% y el 2,3%. La sombra de la recesión planea en el país desde hace meses.

Lo curioso en Alemania, comparado con otros países europeos, es que ni las bajadas de las expectativas de crecimiento ni los anuncios de un estancamiento del número de parados han frenado hasta el momento el consumo.

A partir de noviembre

El pasado miércoles, el director de la asociación de comerciantes minoristas, Hubertus Pellengahr, aseguraba que no han notado un comportamiento distinto al habitual en el consumidor por la crisis y que incluso se han animado algo las ventas en lo que llaman el verano tardío. Y es que estos meses son especialmente activos en Alemania, por el aprovisionamiento que hacen las familias de materiales y productos necesarios para el otoño y el invierno. Por eso, se cree que la influencia de la crisis en el consumo podría notarse a partir de noviembre.

Tras casi tres años de recuperación económica y descensos continuados del paro --que se ha reducido en más de un millón y medio de personas desde el 2005-- Alemania vuelve a enfrentarse a las vacas flacas. Pero el pesimismo entre los consumidores medios cunde con menos rapidez que en otros lugares de Europa.