De poco sirvieron ayer las razonadas palabras de la cancillera Angela Merkel al presentar el plan de ahorro más duro en la historia de Alemania desde la Segunda Guerra Mundial y con el que se pretende reducir el gasto en 80.000 millones de euros hasta 2014. Una mayoría de medios de comunicación germanos, oposición y sindicatos recibieron las medidas con críticas o, en el caso de algunas las cabeceras, con duros titulares que contrastaron con las optimistas palabras de la cancillera.

"Hemos trabajado duro para que nuestro futuro pueda asentarse de nuevo sobre una base sólida" aseguró Merkel a lo que --poco después-- el diario sensacionalista Bild le respondía recurriendo a los afectados por este "martillazo del ahorro" mientras que el Stern ponía su parte al asegurar que es un plan cargado de explosivos.

No muy desafortunada analogía la de este semanario si se tiene en cuenta que, por la parte positiva, finalmente, y a pesar de los rumores de estos últimos días, este paquete de austeridad no irá acompañado de ninguna subida de impuestos, al contrario del plan lanzado por España.

A la contra, y por el lado negativo, en Alemania se confirmaron ayer otros rumores que buen juego dieron a la prensa de este país durante el pasado fin de semana. Así, el Ejecutivo alemán impondrá importantes recortes en el capítulo de lo social: se eliminará la ayuda por hijo para quienes vivan del seguro de desempleo, se llevará a cabo una reorganización de las ayudas a los parados, especialmente a aquellos de larga duración, y además el Gobierno llevará a cabo una profunda reforma de las Fuerzas Armadas en la que el Ministerio de Defensa estudiará la posibilidad de reducir el personal militar en 40.000 miembros.

Para su descontento, los funcionarios alemanes verán cumplidos sus peores pronósticos: Berlín eliminará a 10.000 empleados públicos y a todos los que no sean despedidos les impondrá una rebaja de un 2,5% del sueldo.