Los precios agrícolas y de los alimentos se mantendrán altos en los próximos 10 años, entre un 20% y un 80% superiores a los de la década anterior, según los productos, aunque habrá un descenso progresivo desde los actuales récords. Esta es la principal conclusión del informe sobre las perspectivas agrícolas 2008-2017, elaborado por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), y presentado ayer en París.

El informe detalla que la carne de bovino y porcino subirá un 20%, un 30% el azúcar, entre un 40% y un 60% el trigo, el maíz y la leche en polvo, más de un 60% la mantequilla y los granos oleaginosos, y más de un 80% los aceites vegetales.

Ambas organizaciones admiten que, aunque los precios elevados beneficiarán a los agricultores con acceso a los mercados internacionales, agravarán la situación de las poblaciones pobres de los países subdesarrollados. El número de personas que sufren hambre en el mundo se calcula ahora en 862 millones, con un aumento de 100 millones debido a las subidas de los precios alimentarios y del petróleo, según el Banco Mundial.

Entre las causas del aumento de precios, el informe cita factores transitorios, como la sequía o las malas cosechas, y otros más permanentes, como la producción de biocarburantes, los cambios en la dieta de países emergentes o el alza del petróleo.

MAS ETANOL Loek Boonekamp, experto de la OCDE, calcula que un tercio de la subida de los precios agrícolas se deberá a la producción de biocarburantes. En el caso del maíz, se prevé que un 40% de la producción en EEUU se dedique en el 2017 a la fabricación de etanol. La producción de etanol en el mundo se triplicó entre el 2000 y el 2007, y se duplicará de aquí al 2017 hasta los 125.000 millones de litros. La de biodiesel progresará a un ritmo superior tras haberse multiplicado por 11 esos mismos años hasta llegar a los 24.000 millones de litros en el 2017.

Tanto Angel Gurría, secretario general de la OCDE, como Jacques Diouf, director general de la FAO, criticaron las subvenciones de los gobiernos a la producción de biocarburantes y pidieron más ayuda humanitaria a los países pobres. Gurría abogó por reducir la demanda energética, suprimir las trabas comerciales a los biocarburantes y desarrollar una segunda generación de biocombustibles que no usen productos alimentarios.

Diouf advirtió que doblar la producción de biocarburantes "intensificará las presiones sobre la agricultura" y provocará distorsiones en los países en desarrollo. E indicó que el alza de precios se debe también a que se ha subestimado el valor de la agricultura en el desarrollo.