La crisis, motivada por los excesos del sector financiero, ha puesto de moda el debate de la posible implantación de un impuesto sobre las transacciones internacionales de capitales. La conocida como tasa Tobin --o tasa Robin de los Bosques --, tan denostada en el pasado, se ve ahora como una fuente ingente de recursos con la que hacer pagar al sector financiero parte de sus excesos y poder financiar la ayuda a los países en desarrollo. La idea cobra fuerza en Europa. Francia y Alemania han anunciado que van a llevar la propuesta a la ONU y el comisario europeo de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia, calificó ayer la implantación de la tasa Tobin como una idea "excelente", que hoy por hoy no es viable, "pero hay que trabajar para que lo sea".

En un encuentro informativo en Madrid, organizado por el Foro Nueva Economía, Almunia dijo que es "el momento para darle un empujón a esa imposición sobre los movimientos financieros". En su opinión, no haría falta un gravamen muy elevado; la base es tan grande que un porcentaje "mínimo" sería suficiente para ayudar a luchar contra la pobreza y el cambio climático.

IDEARIO DE IZQUIERDAS El ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner, ha defendido una tasa de cinco céntimos por cada 1.000 euros de transacción, lo que, según sus cálculos, reportaría a Francia entre 20.000 y 30.000 millones.

En 1971, el premio Nobel de Economía James Tobin, estadounidense, defendió la creación de un impuesto sobre las transacciones internacionales de capitales con el que financiar la ayuda al desarrollo y compensar los excesos del capitalismo. La idea nunca hizo fortuna. En un mundo dominado por el libre movimiento de capitales, la tasa Robin de los Bosques quedó relegada al ideario de los colectivos antiglobalización y de los grupos de izquierda. Este impuesto es un clásico de las propuestas de IU. La crisis financiera internacional la ha dotado, ahora, de un nuevo sentido. Austria es un entusiasta defensor de implantar la tasa Tobin en Europa. A finales de agosto causó gran sorpresa la adhesión de la autoridad británica de servicios financieros, Adair Turner. El jueves, la cancillera alemana, Angela Merkel, juzgó "sensata" la idea y se mostró "personalmente muy favorable".

Después ha ido Francia. "Esto avanza", ha afirmado el presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien, no obstante, juzga prematuro llevar la propuesta al seno del G-20, en su reunión de Pittsburgh de la semana que viene. "Sería un error estratégico", dijo Sarkozy, que provocaría a EEUU.

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, se ha mostrado a favor de esta tasa si se aplica a nivel mundial; lo mismo opina el británico Gordon Brown. Menos entusiasta, el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt ha opinado que "esa no es la respuesta". De momento, la UE no ha logrado una opinión unánime, "pero retomaremos el asunto en alguna otra reunión", afirmó el jueves el primer ministro luxemburgués, Jean Claude Juncker, tras la cumbre de líderes europeos.