Lejos queda la fotografía de un mercado laboral en España destrozado por una de las crisis económicas que mayor impacto han tenido en la historia reciente del país. Tras el estallido de la burbuja y el colapso del sistema financiero, el paro en España llegó a multiplicarse por más del triple, pasando del 8,3% que acercaba a la economía española a los estándares de las economías más potentes del Viejo Continente, al pico del 26% del segundo trimestre del 2013. Unos niveles de destrucción de empleo que no alcanzó ninguno de los 28 estados miembros de la Unión Europea (UE), a excepción de Grecia.

El empleo se ha ido recuperando desde entonces, a una velocidad que actualmente ya denota cierta desaceleración pero que mantiene un vigor por encima de las medias europeas. Según los datos de la última encuesta de población activa (EPA), correspondiente al primer trimestre del 2019, la ocupación crece a un ritmo del 3,2% y las perspectivas de moderación que atenazan al global de la economía, según varias previsiones, se resisten a llegar al mercado de trabajo español. El número de ocupados alcanzó en marzo los 19,4 millones de personas, la mayor cifra en un primer trimestre desde el del año 2007.

Una recuperación del empleo que se ha hecho, en parte, a costa de repartir las horas a trabajar y con peores condiciones.En España todavía no se efectúan a la semana las mismas horas que se trabajaba antes del estallido de la crisis. En el primer trimestre del 2019 se trabajaron un total de 638.565 horas a la semana, todavía el 7,8% menos que las 685.818 que se trabajaban en el mismo periodo del 2008.

ESPAÑA, LÍDER EUROPEO EN TEMPORALIDAD

Y con la vuelta a la creación de empleo ha resurgido uno de los lastres históricos para la calidad de la ocupación en España: la temporalidad. El mercado de trabajo español se ha caracterizado en las últimas décadas por su dualidad, es decir, por dividir, a grandes rasgos, a los trabajadores entre eventuales, con peores condiciones, e indefinidos. La tasa de temporalidad alcanzó en el 2006 su pico máximo, afectando al 34,5% de los asalariados.

Estalló la crisis y los primeros en perder su puestos de trabajo fueron los eventuales, llegando a bajar la tasa hasta el 21,9% en el 2013. Entre ambos periodos se llegaron a destruir alrededor de dos millones de contratos temporales, frente a un millón de indefinidos. Y desde que la temporalidad tocó fondo en el 2013 la tasa se ha ido recuperando y en la última EPA cerró en el 25,9%. No obstante, España persiste como el país con un mayor nivel de temporalidad de Europa, según constata Eurostat.

PERSISTE LA BRECHA DE GÉNERO

Esa dualidad que ha marcado históricamente al mercado de trabajo español se puede extender también a la variable de género. La brecha de condiciones y oportunidades entre hombres y mujeres se manifiesta a través de diversos indicadores. Uno de ellos es la diferencia de salarios, que en el 2016, últimos datos disponibles, era de 4.794,4 euros al año, es decir, ellas cobran el 22,1% menos. No obstante, la tendencia es a mejor, pues esa brecha fue la más baja desde el 2009 y se acortó por quinto año consecutivo.

El tiempo de trabajo y su distribución son otra comparativa en la que las mujeres salen damnificadas. Las tasas de paro no son iguales para ambos géneros: el 12,9% de los hombres no encuentran trabajo, frente al 16,7% de las mujeres, según los datos del primer trimestre del 2019. Una brecha de 3,8 puntos que se agranda en cuatro décimas respecto tanto del trimestre pasado como del mismo trimestre del año pasado.

La distribución del tiempo de trabajaron es otro campo donde se visualiza la brecha de género. Las jornadas a tiempo completo las copan con más frecuencia los hombres (el 61%) y las a tiempo parcial son "femeninas", pues solo uno de cada cuatro hombres. Una proporción en descenso que indica que con la expansión del empleo los primeros que abandonan la parcialidad son los hombres.