El círculo se cerró el pasado lunes. Merrill Lynch, el tercer mayor banco de inversión estadounidense, cerró en un tiempo récord su venta a Bank of America, el segundo banco comercial, para evitar sucumbir a una quiebra en la que acababa de caer Lehman Brothers. Los dos grandes segmentos del mercado bancario volvían así a converger, 75 años después de que una ley les obligase a caminar por separado.

En 1933, en plena Gran Depresión, la Administración de Franklin Delano Roosevelt impulsó una profunda reforma del sistema financiero estadounidense. La ley Glass-Steagall, también conocida como la ley bancaria, endureció considerablemente las restricciones sobre el sector. El objetivo era evitar los movimientos especulativos que habían provocado el crack de 1929.

Entre otras iniciativas, la norma prohibía a los bancos de inversión recibir depósitos, lo cual supuso una separación de los dos negocios. La norma supuso un terremoto en el mapa financiero del país. Entidades como JP Morgan se vieron obligadas a elegir y optaron por el comercial. Al mismo tiempo, surgieron nuevos bancos de negocio, como Morgan Stanley, fundado por dos de los responsables del área de inversión de JP Morgan.

MENOS COMPETENCIA Otras compañías ya establecidas decidieron permanecer en el segmento de la inversión. Muchas de ellas vivieron un crecimiento espectacular en las décadas siguientes, ya que la ley bancaria había reducido la competencia.

Los grandes beneficiados de este proceso fueron los cinco gigantes de la banca de inversión, que ven ahora cómo la profunda crisis financiera del último año está hundiendo el suelo bajo sus pies: Goldman Sachs, Morgan Stanley, Merrill Lynch, Lehman Brothers y Bear Stearns.

Pese a las crecientes presiones de las entidades, la ley Glass- Steagall permaneció vigente 66 años. No fue hasta 1999 que la Administración de Bill Clinton impulsó la ley Gramm-Leach-Bliley, que abrió la competencia entre los bancos comerciales, los de inversión y las aseguradoras.

INDEPENDIENTES El cambio legal amparó algunas operaciones, pero no provocó fusiones entre los principales bancos comerciales y de inversión. Los cinco gigantes de la banca de negocios tuvieron claro que debían seguir independientes.

Pero la fuerte bajada de los tipos de interés con que la Reserva Federal trató de superar el estallido de la burbuja tecnológica del 2001 fue la perdición de la banca de inversión. Con el precio del dinero por los suelos, los directivos se lanzaron a crear productos financieros cada vez más complejos y opacos, basados en activos de ínfima calidad. El estallido de las hipotecas subprime les ha hecho caer como un castillo de naipes. A falta de dirimir el futuro de Goldman y Morgan, la brecha de 75 años entre los dos segmentos parece haberse cerrado para siempre.