Como es tradicional después de las vacaciones de verano, los bancos han comenzado en los últimos días a lanzar campañas y ofertas de hipotecas. Pero en esta ocasión la agresividad comercial está siendo mayor que en los últimos ejercicios, según se admite en el sector financiero. La fuerte caída de los ingresos de las entidades por los bajos tipos de interés lo explica: los bancos buscan ganar negocio por cualquier vía para sostener sus resultados, en muchas ocasiones a costa de robar clientes a la competencia. Una guerra que es beneficiosa para los usuarios a corto plazo pero que tiene sus riesgos.

Un exdirigente de una patronal bancaria solía recomendar quitar los carteles de venta de los balcones en agosto porque casi nadie busca casa en vacaciones y volverlos a colgar en septiembre. “Es típico sacar hipotecas tras el verano porque la gente toma más decisiones importantes ahora que en enero por un factor psicológico”, explican en una entidad en la que señalan que la otra época habitual de sacar estas campañas es en primavera por una razón tan prosaica como comprobada: las viviendas se venden mejor cuanto más horas de luz hay al día. “Apetece más ir a ver casas con buen tiempo y no es lo mismo ver un piso con sol que con lluvia”, destacan.

El estallido de la burbuja inmobiliaria trastocó los usos y costumbres del mercado durante más de un lustro, pero desde hace año y medio los bancos han vuelto a "guerrear" por las hipotecas. Financiar a los particulares ha vuelto a ser atractivo para el sector: la mejora de la economía y del empleo ha hecho que haya más clientes considerados solventes (susceptibles de recibir y pagar un crédito) y la recapitalización y abaratamiento de la financiación de las entidades les ha puesto en situación de volver a prestar de forma más activa.

CONFIANZA Y PENALIZACIÓN

Las transacciones de viviendas, así, vienen aumentando de forma sostenida desde el 2014, pero en los últimos meses se ha visto un cambio en el patrón de compra. “Durante mucho tiempo los compradores han preferido pagar las viviendas de una vez con sus ahorros, pero el aumento de la confianza sobre la evolución de la economía ha provocado que cada vez más se pida financiación”, explican en el sector. De ahí la actual guerra por dar hipotecas: hay más negocio.

Además, las entidades cada vez tienen más incentivos regulatorios a vender los cientos de miles de pisos adjudicados que se tuvieron que quedar por impagos de los créditos. La nueva circular contable del Banco de España, que entrará en vigor en los próximos meses, va a dar una nueva vuelta de tuerca en la penalización que sufren por quedarse las viviendas en el balance. “Nos tenemos que quitar los activos de en medio cuanto antes y por eso han aumentado las hipotecas que damos a los compradores de nuestros adjudicados”, apuntan en un banco.

PRECIOS SUICIDAS

El objetivo de las entidades no es tanto crecer en hipotecas como en clientes vinculados: los nuevos préstamos vienen condicionados a una cantidad mayor que nunca de otros productos como tarjetas, seguros y domiciliaciones de nómicas y recibos. Con los tipos oficiales en negativo, es la forma de sacarles rentabilidad a los clientes. Y como el número de clientes rentables es limitado, los bancos pugnan por robárselos entre sí: cada vez más hipotecados reciben llamadas de otras entidades para que cambien su crédito de institución.

El problema es que la forma de lograrlo es ofreciéndoles precios más bajos. Ello es positivo a corto plazo para los clientes, pero a medio y largo plazo pone en riesgo la sostenibilidad del sector, con las terribles consecuencias que ello puede acarrear. “Hay una guerra de precios importante que es un suicidio, porque supone matarnos los unos a los otros en uno de los pocos negocios donde podemos lograr ingresos”, apunta una entidad.