Tanto el Banco Central Europeo (BCE) como Jean Claude-Trichet, su presidente, cumplieron ayer con el guión previsto. Con los tipos una vez más en el 1% --y van 18 meses--, el organismo monetario mantuvo su política de dejar anclado el precio del dinero. La comparecencia del banquero, posterior a la reunión del Consejo de Gobierno, era esperada por los mercados con el habitual interés.

Pero en esta ocasión, más que por conocer sus diagnósticos sobre la crisis o el futuro del precio del dinero, había expectación ante la reacción de Trichet a las medidas anunciadas el día anterior por la Reserva Federal de EEUU. La víspera, la Fed anunció una inyección de 450.000 millones de euros a la economía estadounidense mediante la compra de bonos, lo que supone poner más dinero en circulación.

El presidente del BCE no quiso opinar sobre la guerra de divisas, a pesar de que el euro alcanzó ayer de nuevo máximos frente al dólar, una apreciación que puede perjudicar las exportaciones de la eurozona. Al ser preguntado sobre las medidas emprendidas por la Reserva Federal, Trichet aseguró no tener "ninguna indicación para dejar de confiar en el hecho de que ni el presidente de la Reserva Federal ni el secretario del Tesoro estén jugando la baza de un dólar débil".

Su opinión fue duramente contestada desde Alemania y Francia, las dos locomotoras de la zona euro, que basan buena parte de su competitividad en las exportaciones. El ministro de Economía alemán, el liberal Rainer Brüderle, criticó abiertamente la expansiva política monetaria de EEUU. "No basta con bombear agua. Los caballos deben beber", apuntó el titular de Economía en Berlín, en la presentación de un plan para fortalecer el sector industrial alemán.

Argumentó que esta gran inyección de dólares en el sistema, que depreciará el billete verde estadounidense frente a las principales divisas internacionales, altera la fluctuación natural de las monedas como reflejo de las economías que las sustentan.

LA CITA DEL G-20 La ministra francesa de Economía, Christine Lagarde, criticó duramente a EEUU y dijo que es "imperativo repensar el sistema monetario internacional y los mecanismos de cooperación", lo que se convertirá en uno de los temas de debate principales de la próxima reunión del G-20 en Corea.

Algunos analistas esperaban que el presidente del BCE diera pistas sobre el fin de las inyecciones de liquidez puestas en marcha por la entidad. Sin embargo, Trichet se limitó a comentar que "las medidas son coherentes" y de "carácter temporal". Unas palabras con las que deja claro cuál será la postura de la entidad que preside, a pesar de que algunas economías, como la alemana, reclaman una suspensión en la compra de bonos e incluso una subida de tipos, ya que, si no, según el Bundesbank, se podría dar una oleada inflacionista que podría afectar a la recuperación de la eurozona.

El presidente del BCE adelantó que el mes que viene hará un anuncio sobre esas medidas no convencionales que, según dijo, son "coherentes" con el mandato del supervisor. La deuda de los países periféricos --en especial, de Grecia, Irlanda y Portugal-- ha vuelto a sembrar la desconfianza de los inversores. La situación ha afectado a España, impulsando el diferencial entre el bono español y el bund alemán a diez años --parámetro que mide la prima de riesgo de un país-- hasta los 187 puntos básicos.