Un suspiro de alivio recorrió ayer Alemania. Tras meses de tira y afloja, General Motors (GM) anunció su decisión de vender el 55% de su filial europea Opel al fabricante de piezas austro-canadiense Magna y su socio ruso, el banco Sberbank. Eso sí, será una venta "con condiciones" de las que no se han dado a conocer detalles aunque deja a salvo las cuatro fábricas de la compañía en territorio alemán.

El acuerdo, que implica la creación de una nueva Opel en la que Magna y Sberbank tendrán el 55% del capital de la empresa, GM el 35% y el 10% restante quedará en manos de los trabajadores, ha sido defendido con uñas y dientes por el Gobierno alemán, que lo consideraba la única oferta fiable y la más favorable para los trabajadores, frente a la del inversor belga RHJ International, que durante semanas fue la favorita de GM.

Ayer la cancillera alemana, Angela Merkel, comparecía ante la prensa después de que desde Detroit le comunicaran la decisión y aseguraba que "no ha sido un camino fácil" pero al final "la paciencia y determinación del Gobierno alemán han tenido su recompensa". La presión del Ejecutivo de Merkel ha sido clave.

AYUDAS PUBLICAS La nueva etapa de Opel dependerá de los 4.500 millones en ayudas y avales que el Gobierno alemán y los estados federados con plantas de Opel se ofrecieron a prestar.

Pero la oferta no era incondicional y Berlín había amenazado con no conceder ni un euro a un acuerdo en el que no estuviese Magna. Pocas horas después de la confirmación del acuerdo por parte de la cancillera, la empresa fiduciaria que se ha hecho cargo de la gestión de Opel autorizaba también la operación, abriendo la puerta al último proceso de negociación. "Hemos tomado una decisión que es la mejor para Opel/Vauxhall y para sus trabajadores", decía Fred Irvin, presidente del consejo consultivo de la sociedad fiduciaria.

Aunque el plan de saneamiento de Magna es de los más benévolos con la plantilla, prevé la eliminación de 10.000 puestos de trabajo. Alemania, que asumirá unos 3.000 despidos, se libra del cierre de algunas de sus cuatro factorías. Magna sí prevé el cierre de la planta belga de Amberes y el traslado de parte de la producción del Corsa de Zaragoza a Eisenach (Alemania).

La negociación con los sindicatos es uno de los asuntos que GM quiere dejar cerrado antes de la firma del contrato definitivo. Desde el sindicato IG Metall solo llegaban palabras de satisfacción: "Hoy es un buen día para los empleados de Opel", dijo el presidente de IG Metall Berthold Huber. Al fin y al cabo, el apoyo de los trabajadores de Opel a la oferta de Magna frente a la de RHJ se basaba en los beneficios industriales que supone la fusión con el fabricante de componentes de automóviles y las posibilidades que se abren en el mercado ruso con Sberbank.

PRUDENCIA EN FIGUERUELAS En la fábrica zaragozana de Figueruelas, los 7.000 trabajadores de GM recibieron la noticia con "prudencia y expectación", indicó Rogelio Mena, de UGT. Aunque la fábrica no se cerrará, sufrirá un duro ajuste de plantilla que puede afectar a entre 1.600 y 3.500 empleados, según algunos estudios de Magna