El bitcoin se ha convertido en el último año en una amenaza para la economía mundial tal y como la conocemos actualmente. También en el exponente de una tecnología disruptiva que puede socavar en el futuro la posición de los bancos e incluso de los estados a la hora de definir sus políticas económicas.

Primero fue la OCDE la que en su último informe Technology Outlook alertó de la necesidad de establecer una regulación internacional urgente. Esta semana pasada, el bitcoin, la criptomoneda más utilizada, superaba la barrera de los 11.000 dólares tras haber duplicado su precio en un mes. Quizá por ello, el BCE y la Reserva Federal de EEUU se vieron obligados a reconocer que las inversiones en criptomonedas son ya un fenómeno económico relevante y que si se extienden como medio de pago serán un elemento desestabilizador para la economía mundial. El Banco de Japón reconoce actualmente el bitcoin como medio de pago.

El mismo premio Nobel Joseph Stiglitz llegó el viernes a proponer la prohibición del bitcoin. El profesor del IESE Javier Díaz Giménez reconoce que la opinión del nobel es una muestra más del descalabro al que se enfrenta la economía tradicional ante el nuevo paradigma desatado por las criptomonedas: «Las tarjetas de crédito están muertas, y los cobros por las transacciones que hacen los bancos, también. El negocio bancario tal y como lo conocemos está en crisis y la regulación financiera no podrá con el bitcoin. Para prohibirlo habría que prohibir internet». «No tengo ni idea de si su cotización subirá o bajará, pero nunca será cero», añade este defensor del bitcoin, que considera la avanzadilla de una tecnología disruptiva: «El bitcoin es un club del que puedes o no formar parte, pero es el anuncio de un mundo que viene, que ya funciona y que puedes usar, o no».

El profesor de Esade Jesús Palau no duda en tener una posición contraria a la de los defensores del bitcoin y las monedas virtuales: «Estoy de acuerdo con Stiglitz; hay que prohibirlo o controlarlo muy de cerca ya que facilita las actividades delictivas y la elusión fiscal. Nada que decir de su tecnología, que puede utilizarse para fines beneficiosos como reducir el coste de las transacciones financieras». «Todo lo que sea dinero sin nada detrás solo es juego y no se puede aconsejar a nadie que invierta su dinero. El bitcoin es un sistema piramidal y ya solo por razones éticas sería un error no prohibirlo».

Un entusiasta del fenómeno bitcoin es John McAfee, fundador de la firma informática McAfee Associates. Apostó literalmente «comerse las pelotas» si el bitcoin no subía a 500.000 dólares en el 2020. «Pronostico que el bitcoin llegará a un millón de dólares. Todavía me comeré mi órgano reproductor si estoy equivocado», ha dicho ahora.

Estabilidad financiera

El último movimiento internacional en torno a los bitcoins se produjo el viernes. El regulador de derivados estadounidense (CFTC) anunció que permitirá que las entidades CME Group y CBOE Global Markets coticen futuros de bitcoins.

Ante tanta euforia, el gobernador de la Reserva Federal (Fed) de EEUU, Randal Quarles, alertó el viernes de los «graves problemas para la estabilidad financiera» que podrían generar monedas virtuales como el bitcoin si crece su uso por carecer de «respaldo institucional».

Para el miembro del Comité Ejecutivo del BCE Yves Mersch, la clave para frenar el desarrollo de las monedas virtuales será tecnológica. Las transacciones deben ser gratuitas y rápidas. En su opinión, el uso del bitcoin como activo de liquidación es «marginal» y la aceptación general como medio de pago por el usuario medio es «insignificante». Pero el reto del bitcoin ya se ha lanzado.