Este es el gran fin de semana del billonario estadounidense Warren Buffett. Es el fin de semana en el que su empresa, Berkshire Hathaway, celebra su consejo de accionistas en Omaha (Nebraska), un encuentro que ha sido bautizado como el Woodstock del capitalismo y que ayer reunió alrededor de 35.000 personas para participar en una sesión de preguntas a Buffett y su socio, Charlie Munger.

Ante esta audiencia, Buffett --conocido entre otros apelativos como el Oráculo de Omaha por sus previsiones sobre la economía y su tino a la hora de invertir-- afirmó que la administración Obama está tomando "los pasos adecuados" para salir de la crisis, aunque advirtió que en pleno "huracán financiero" no puede pretenderse ni exigirle al equipo de Obama "perfección".

En el acto, no se pudo evitar la influencia de la crisis. Tres temas estaban encima de la mesa: la discusión sobre la situación de la economía, el estado de salud de Berkshire Hathaway (en el 2008 tuvo sus peores resultados desde que Buffett tomó el mando en 1965) y la sucesión del veterano empresario. La enjundia de los asuntos a tratar hacía que el tono festivo de años anteriores esta vez fuera algo más sombrío.

En lo que se refiere a la crisis, Buffett afirmó que hay señales de estabilización en el mercado inmobiliario. "En los últimos meses se puede apreciar un aumento de actividad aunque a precios más inferiores", dijo el billonario. Por otra parte, el valor de las inversiones de Berkshire Hathaway cayó en un 10%. Aun así, los beneficios fueron de 4.990 millones de dólares, un 62% menos que el año anterior.

SUCESION En cuanto a la sucesión, Buffett se mostró remiso a nombrar a un "príncipe coronado" y no desveló a un elegido para relevarlo en sus dos cargos: consejero delegado y jefe de inversiones. Se sabe que su hijo Howard asumirá el cargo de presidente del consejo para mantener "la cultura" del grupo.